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“Los primeros años de vida son una oportunidad para la educación no sexista”

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  • 31 Agosto, 2023

En esta entrevista, conversamos con Alejandra Cortázar, PhD en Educación y relatora de la primera sesión del Programa de Indagación en Primeras Edades (PIPE), sobre la educación no sexista desde los primeros años de vida y el rol de las familias, cuidadores y las escuelas en la implementación de una educación sin sesgos ni desigualdades. 

Para comenzar a hablar del tema ¿qué es la educación no sexista?

La educación no sexista es una educación que no hace diferencia según los sexos y los géneros de las personas. En el fondo, es aquella que entrega oportunidades equitativas independiente del género. Puede parecer una cosa muy fácil de lograr, pero la educación conlleva muchas cosas, que tienen que ver desde el contenido que enseño, la manera en que lo hago, la manera en que me refiero a las y los estudiantes, las oportunidades que les doy para acercarse a los materiales y trabajar. O cómo fomento las interacciones, o cómo interactúo con ellos y ellas.

Entonces, si bien el título es simple, la implementación es muy difícil porque estamos insertos en una sociedad que es profundamente desigual, en términos de desigualdades de género. Entonces decir “queremos tener una educación no sexista”, es decir “queremos que la escuela no reproduzca estas desigualdades” y sea un espacio que empiece a producir un cambio, y que eso después se puede transferir a la sociedad.

¿Por qué es importante abordar esto desde la primera infancia?

Los niños y las niñas en la primera infancia tienen un cerebro muy flexible y no tienen prejuicios, no tienen juicios. Y todo lo que van conociendo, sus experiencias, van moldeando su cerebro. Entonces les resulta mucho más fácil aprender cosas nuevas y aceptar la experiencia de su vida tal como es. Entonces, si las niñas y los niños pequeños están expuestos a un mundo diverso, ellos no lo van a juzgar. Lo van a aceptar. No va a haber un juicio de bien o mal, sino que eso va a ser para ellos la realidad. Es muy distinto cuando vamos creciendo, y vamos teniendo ideas preconcebidas de las cosas, y cambiar de opinión o modificar las ideas o pensamientos es mucho más difícil. Requiere mucho más trabajo.

Entonces, los primeros años son una oportunidad para la educación no sexista, porque no están todas esas preconcepciones. Además, las niñas y niños confían en lo que les dice la educadora, las maestras. Entonces también ahí hay una oportunidad de producir un cambio en la educación parvularia y en la escuela, para demostrarle a niños y niñas que la diversidad es importante. Mostrarles que hombres y mujeres deben tener las mismas oportunidades, y que el género no condiciona lo que pueden lograr.

¿Cuál es el papel de las escuelas con las familias y cuidadores en la educación no sexista? ¿Cómo ves ese desafío?

Es un desafío importante y muy difícil. El desafío de producir cambios a nivel social es tan grande, que partir por los niños y las niñas es la apuesta más segura, en el fondo. Quizás lo que podemos hacer con las familias es ayudarlos a experienciar la importancia de la equidad. Mostrarles, invitarles, por ejemplo, desde los colegios, a participar en experiencias donde se cuestionen los roles. Que papás y mamás vean cómo sus hijos y sus hijas disfrutan y son felices en estos distintos roles, en distintos contextos. La escuela tiene mucho poder, y de alguna manera las expectativas de las familias tienen que ver con lo que han visto. Entonces no solamente se trata sobre qué taller voy a hacer para las y los apoderados, sino de la consistencia en este proceso.  

¿Cuáles son las principales dificultades y desafíos que ves para poder implementar esta perspectiva en las prácticas educativas?

Para mí la primera dificultad es el no reconocerse a uno mismo como persona que tiene sesgos. Para mí ese es el primer desafío que tenemos, o sea, dejar de creer que uno hace todo bien. Que uno no hace diferencia. Para mí la resistencia al cambio en ese sentido es el principal desafío. Yo hago talleres con docentes, y algunos te dicen “este no es un problema mío”. Yo entiendo que esto no es un problema de una persona, sino algo que tenemos que abordar al menos toda nuestra generación, porque fuimos criados en un mundo así. Ni siquiera importa cómo fueron tus papás, sino cómo es el mundo.

Otro desafío que uno podría decir, por ejemplo, es el tema de los libros, de texto escolares. No es que no haya, pero hay que buscar más a fondo. Hay libros que me parecen buenos para niños y niñas pequeñas porque tratan temas de diversidad, de mujeres sobresalientes. Invitan a pensar en quienes son sus protagonistas. También puede ser un desafío revisar si los libros que ya tengo en mi jardín o establecimiento contribuyen o no a perpetuar sesgos y estereotipos. Ahí el desafío es quizás una inversión en material que cumpla con estos requisitos. 

También se puede valorar el apoyo institucional que es super fuerte. En Chile, dentro del Ministerio, ha tenido un equipo de género superpotente y en general los libros son buenos. Hace muchos años hicimos un análisis de textos escolares en temas de sesgo, y los del Ministerio tenían muchísimo menos que los privados. Ahora lo que se necesita es que llegue hasta el aula, que llegue al niño, a la niña. Creernos el cuento, preocuparnos que los materiales no incluyan estereotipos, ser sensible a estas cosas. Pero creo que el principal desafío es uno mismo, en el fondo. Observarse y ponerse metas concretas. Decir “esto me cuesta”, entonces pensar qué estrategia voy a usar para abordarlo. 

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