La crisis provocada por el COVID-19 no ha dejado indiferente a nadie. Médicos, ingenieros, economistas, científicos, sociólogos, historiadores y políticos, entre muchos otros, se han dado a la tarea de discutir y reflexionar sobre las diferentes problemáticas que despertó la pandemia.
En este contexto, una de las publicaciones más destacadas de los últimos meses ha sido “Sopa de Wuhan” compilado que reúne quince columnas de opinión publicadas por grandes pensadores contemporáneos en las que debaten sobre los posibles efectos que la emergencia sanitaria provocará en toda una generación.
Entre los autores de esta antología publicada por la editorial “Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (APSO)”, destacan Giorgio Agamben (1942, Italia); Slavoj Zizek (1949, Eslovenia); Jean Luc Nancy (1940, Francia); Franco Birardi (1949, Italia); Judith Butler (1956, Estados Unidos); Patricia Manrique (1970, España); Byung-Chul Han (1959, Corea del Sur).
En mayor o menor medida, los ensayistas aluden a miradas del presente e hipótesis sobre el futuro de la humanidad: aseguran que esta crisis sanitaria motivará un cambio social; explican cómo la pandemia refleja la desigualdad social y económica entre países; abordan el poder de las redes sociales catalogadas como “más virales que el propio virus”; y algunos se aventuran a vaticinar el fin de los sistemas económicos tradicionales.
En Chile la discusión sigue un rumbo similar, en un debate que los meses previos a la crisis sanitaria, ya se anunciaba con urgencia en nuestro país. Al parecer, el sistema occidental tiene sus debilidades, que quedan al descubierto principalmente en el colapso de las economías. En este contexto y para profundizar en los posibles escenarios futuros, tres filósofos delinean sus análisis de lo que ha significado la crisis sanitaria provocada por el SARS-CoV-2 para nuestra sociedad.
La idea es la siguiente: Tres filósofos, tres preguntas, y tres certeras respuestas. Sin edición, ni bálsamos:
“Somos más exitosos que otras especies porque cooperamos”
Según Aurenque el debate filosófico generado frente a la pandemia, donde se realzan voces que vaticinan un colapso del capitalismo, liderados por el filósofo Zizek, frente a quienes apuestan por una renovación del sistema económicos, liderados por Han, no necesariamente es contradictorio o excluyente. “Pienso que ambos ofrecen pronósticos complementarios. Por un lado, tiendo a pensar como Han que el capitalismo saldrá fortalecido precisamente por su capacidad de transformación. Sin embargo, no creo que ocurra solo fortaleciendo la atomización de individuos, centrados en sus propios intereses, sino que puedo imaginar que se incluirán formas de organización social más cooperativas, más solidarias. Ello no implica pensar que de un virus surja una revolución político-moral, como desestima acertadamente Han; pero sí podría esperarse que tras la crisis se generen sistemas globales de protección social más efectivos. La pandemia, por ejemplo, debería ser razón suficiente para fortalecer los sistemas sanitarios o para crear fondos internacionales solidarios para países con casos de catástrofes, seguros de cesantía, etc”.
En el país, los ciudadanos han demostrado acciones de responsabilidad para evitar la propagación del contagio. ¿Considera usted que el aislamiento voluntario demuestra una mayor responsabilidad cívica por parte de los chilenos que nos aventura a pensar en una mejor sociedad, más solidaria y ética?
Apenas se supo que el aislamiento social reducía la curva de contagio, quienes podían se auto decretaron en cuarentena. Eso me parece muy significativo. Esa forma de autocuidado, que es también consciente de ser cuidado del otro, generó una forma de solidaridad cívica que puede ser muy provechosa – si se vuelve un hábito. Ciertamente, los individuos por si solos no instauran nuevos paradigmas ni ocasionan revoluciones políticas. No obstante, esta pandemia nos recuerda la tesis de la psicología y antropología evolutiva sobre los humanos y la cooperación, que dice: somos más exitosos que otras especies porque cooperamos. Así, me da la impresión de que mientras más naturalicemos prácticas solidarias y cooperativas –“naturalizar” en sentido literal, como un sentir natural, no artificioso–, mientras menos disociemos la vida buena de lo que en efecto nos favorece y fortalece, se erigirán más demandas éticas que son a la vez, demandas sociales y políticas.
En una pandemia que parece ser ante todo una crisis sanitaria y económica ¿Cuál es el aporte de la filosofía?
Esto va a depender de lo que entendamos por filosofía. Para algunos, la filosofía tiene un rol de supervigilancia, de garante del recto pensar, especialmente pertinente en tiempos de crisis. Así su labor es metódica, distinguir entre los verdaderos asuntos prioritarios o preocupantes que deben ser considerados en esta pandemia, y los que son solo asuntos en apariencia importantes. Otros también consideran que la filosofía se relaciona de forma especial con el pensar, pero pensar aquí no es garante, sino comprendido como un aventurarse, como un experimentar contextos y anticiparse a escenarios posibles. Con ello, la filosofía no puede más que ofrecer lo que ella es: osadía pura. Creo que ambos aportes son hoy exclusivos de la filosofía y dan cuenta de su libertad; pues puede pensar lo necesario siempre más allá de lo puramente necesario.
“Es posible que el confinamiento nos libere (al menos de manera ilusoria)”
Para Messina, la discusión sobre el fortalecimiento o fin del sistema capitalista tiene una clara resolución y por interesante o esperanzadora que sea la posición de Zizek “Que profetiza un colapso del capitalismo tiene como único fundamento el colapso de nuestro sistema económico al que nos expone la situación de confinamiento. Sin embargo, una crisis económica nunca ha implicado un colapso del capitalismo. Al contrario, el capitalismo es un sistema en permanente crisis y que se nutre de sus crisis.
La posición de Han parece ser tristemente la más realista, ya que se fundamenta sobre la mayor necesidad de control que la epidemia requiere, y sobre la pasividad de una población expuesta a un contagio radicalmente destructivo.
Sin embargo, pienso que la política es justamente la búsqueda de escapar de la necesidad a través de propuestas abiertamente artificiales, es decir, inventivas. Lo que permitiría escapar al autoritarismo que teme Han, serían nuevas alianzas internacionales y tal vez, la búsqueda de un cosmopolitismo distinto al orden global, el cual no conlleva en sí un proyecto político específico”.
En el país, la ciudadanía ha demostrado acciones de compromiso para evitar la propagación del contagio. ¿Considera usted que el aislamiento voluntario demuestra una mayor responsabilidad cívica por parte de los chilenos que nos aventura a pensar en una mejor sociedad, más solidaria y ética?
Es posible que el confinamiento nos libere (al menos de manera ilusoria) de una cierta carga individualista. Paradójicamente, en el confinamiento, muchas personas están trabajando más y están más volcadas hacia los otros. Además, en este tiempo se confunde aún más lo privado y lo público. Esto siempre es de doble filo, pero en la actualidad conlleva una disposición sencilla: lo privado puede fácilmente estar absorbido por el trabajo; el trabajo no es del todo neutral: Nos preocupamos por cómo están nuestros colegas. Sin embargo, es también un tiempo bloqueado, sin encuentros reales, en el que entonces no podemos tener historias, transformarnos. La ética necesita la posibilidad, para los sujetos, de transformarse y pensarse en el encuentro con los otros. Por lo mismo, si bien las circunstancias nos abren a una consciencia del colectivo, no me parece que estén las condiciones para una sociedad más ética.
En una pandemia que parece ser, ante todo, una crisis sanitaria y económica ¿Cuál es el aporte de la filosofía?
En el contexto actual, es necesario preguntarnos si podemos pensar lo sanitario y lo económico como si fueran esferas autónomas, o si no son ambas siempre tributarias de un dispositivo político. La palabra pandemia significa que la epidemia se ha globalizado. Formula el problema del mundo que es la condición de posibilidad de toda acción que supere al individuo, es decir, de la política.
En esta misma dirección, la filosofía nos puede ayudar a desplazarnos de los enfoques binarios, tal como el que opone lo económico a lo sanitario, a fin de determinar qué opciones garantizarían menos muertes. Este tipo de enfoque meramente calculador pierde de vista los dispositivos políticos dentro de los cuales vivimos y morimos.
Finalmente, para pensar las opciones políticas hacia las cuales nos encaminamos, corresponde preguntarnos si la vida y la muerte pueden ser pensados de manera autónoma, como valores sagrados o como meros objetos de la ciencia, o si no son indisociables de los marcos culturales que conforman nuestro mundo.
“Hay que resistir a los dogmáticos y a los burócratas. Y eso sólo se puede hacer asumiendo una perspectiva filosófica”
Loewe va un poco más allá y asegura que el debate entre Zizek y Han debe ser resistido “En primer lugar, no es académica. En segundo lugar, es una mala guía para la vida. Es difícil entender por qué se acercaría el fin del capitalismo. Esto no significa ni que el capitalismo sea el fin de la historia y por tanto no vaya a haber cambios, ni que no haya razones para desear cambios y modificaciones. Pero no hay razones para pensar ni que se vaya a acabar ahora ni que la pandemia del coronavirus afecte el curso de la historia en ese sentido. No hay razón para pensar que el modelo capitalista autoritario de China se vea afectado fundamentalmente por esta crisis. Y lo que todos ansían en Estados Unidos y Europa y ciertamente Chile, no es el fin del capitalismo, sino que imperen condiciones que hagan posible los intercambios de mercado de los cuales, como son las cosas hoy, depende nuestro bienestar. Es posible pensar que en los modos de producción capitalista está la simiente de su propia destrucción (una tesis muy conocida), o que es un modo de producción injusto que debe ser modificado. Pero eso es diferente a pensar que un virus que ha tenido efectos comparativamente muy moderados en cuanto a muertes vaya a tener efectos fundamentales en los modos de producción”.
En el país, la ciudadanía ha demostrado acciones de responsabilidad para evitar la propagación del contagio. ¿Considera usted que el aislamiento voluntario demuestra una mayor responsabilidad cívica por parte de los chilenos que nos aventura a pensar en una mejor sociedad, más solidaria y ética?
Por cierto, se han visto acciones de responsabilidad. Pero también se han visto muchísimas acciones que evidencian masiva falta de responsabilidad. Piense en las filas de automóviles en Semana Santa para dejar la ciudad, en toda la gente que cada noche no respeta en toque de queda. ¿Significa eso que debemos aventurarnos a pensar en una peor sociedad, menos solidaria y ética? No lo creo. Como no creo el caso inverso que aventura la pregunta. Las crisis son situaciones límites. Es el punto más alto de la curva en que la bolita puede caer en las dos direcciones, el punto en que el paciente se salva o se muere. Y en las situaciones críticas es corriente que aparezca lo mejor y lo peor de la existencia humana. Los que ayudan desinteresadamente y los que tratan de obtener beneficios de la desgracia de los otros. En ocasiones se combinan ambos aspectos en la misma persona. Para verlo, basta modificar contextos. Pero por lo mismo, las crisis, siendo excepcionales, son muy malos momentos para aventurar que es lo que va a pasar con la calidad ética de la población. Probablemente no va a pasar nada demasiado distinto a lo que ya existe.
En una pandemia que parece ser, ante todo, una crisis sanitaria y económica ¿Cuál es el aporte de la filosofía?
En mi opinión, y si me permite una analogía, el papel de la filosofía se reduce a arrojar luz conceptual sobre problemática centrales de la existencia. Y eso es justamente lo que puede hacer en esta crisis. Piense en las problemáticas éticas. Hablamos de salvar vidas ¿pero a que costes? Hablamos de no hacer peligrar la economía y el bienestar ¿pero que entendemos por bienestar? ¿Y cómo resolvemos situaciones en que “salvar vidas” y “bienestar” se oponen? ¿Y cómo evaluamos las metodologías económicas muy utilizadas para valorizar vidas, tales como el capital humano, las preferencias reveladas o la evaluación contingente? ¿Y que pasa con la oposición entre libertad y seguridad? Ninguna de estas preguntas, centrales para la crisis hoy, se puede responder sin adoptar una perspectiva filosófica. Ninguna. En el mundo de las políticas públicas es corriente o suponer que las cuestiones éticas son evidentes, o qué se trata sólo de cuestiones técnicas. Pero esas suposiciones son incorrectas. Hay que resistir a los dogmáticos y a los burócratas. Y eso sólo se puede hacer asumiendo una perspectiva filosófica.
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