Te echo de menos: Los efectos del “hambre de piel” en las personas

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  • 23 junio, 2020

La falta de contacto físico no sólo afecta nuestra salud mental: aumenta la hormona del estrés, reduce  la actividad de células del sistema inmune  y aumenta el ritmo cardíaco. Son algunos del fenómeno conocido por la ciencia como “hambre de piel”, con el que nos vemos enfrentados sobre todo en estos días.

Desde fines del año pasado el mundo entero ha estado entrando y saliendo de cuarentenas que buscan disminuir el contacto entre las personas, lo cual  ha demostrado ser la fórmula más efectiva para evitar los contagios por coronavirus. Sin embargo, los humanos somos seres sociales, por lo que un aislamiento prolongado tiene efectos colaterales.

Si bien no es un término tan conocido, gran parte de la población mundial ha experimentado el  “hambre de piel”, un fenómeno que los expertos explican como un profundo deseo de la persona por sentir el contacto de otro ser humano. En otras palabras, no podemos evitar buscar compañía, pues estamos programados para hacerlo.

Desde que nacemos estamos expuestos al contacto con otras personas, y diferentes estudios demuestran cómo la interacción beneficia nuestro  desarrollo integral. Tanto así, que los médicos recomiendan a las madres que lo primero que debe sentir un bebé recién nacido es el cuerpo de su progenitora.

Hoy la cuarentena nos obliga a limitar el contacto humano para disminuir el contagio por coronavirus y así evitar el colapso de los sistemas de salud.

“A nivel psicológico los efectos tienen que ver con que nosotros somos animales sociales: gran parte del desarrollo de nuestras actividades se desenvuelve en comunidad, a través del comunicarse con otras personas y el tocarse, actividades comunes en nuestra vida cotidiana. Pero en este período, es algo que debemos detener explícitamente”, comenta el investigador del Instituto de Neurociencia Biomédica de la Universidad de Chile, Pedro Maldonado, quien indica que si bien estos momentos de aislamiento son necesarios, también son antinaturales.

Esta situación, “detiene muchos procesos fisiológicos relacionados al contacto. Hay hormonas que se liberan a través del contacto y en gran parte de nuestra historia como especie, el contacto y acicalamiento han sido comportamientos que contribuyeron con nuestra homeostasis fisiológica”, agrega el neurobiólogo, haciendo referencias a la liberación de hormonas que fomentan el apego y el bienestar, tales como la serotonina y la oxitocina.

El   cuerpo está diseñado para sentir contacto. En la yema de nuestros dedos contamos con cerca de 100 receptores táctiles, y en dos metros cuadrados de piel acumulamos cinco millones de terminales nerviosos que nos ayudan a interactuar con el entorno y aprenderlo. “Cuando tocamos la piel se estimulan los sensores de presión subcutáneos, que envían mensajes al nervio vago del cerebro”, explica Wired Tiffany Field, investigadora del Instituto para la Investigación del Tacto de la Universidad de Miami.

A medida que el nervio vago aumenta su actividad, el cuerpo empieza a sentir los efectos: el sistema nervioso se desacelera, baja el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, además de relajar las ondas cerebrales. Junto con lo anterior, las denominadas ‘hormonas del estrés’ como el cortisol bajan. El aumento de esta última hormona es especialmente complicado: un nivel elevado de cortisol disminuye la actividad de las células NK (‘natural killer cells’, o células asesinas), las cuales ayudan en la lucha contra células cancerígenas o infectadas, como las que produce el mismo SARS-CoV-19.

Si bien la falta de tacto afecta a todos los grupos sociales, existen algunos que pueden presentar mayores carencias durante la cuarentena: niños, niñas y adolescentes, adultos mayores, personas con problemas psicológicos y profesionales de la salud. Así lo explica el psiquiatra, académico de la Universidad de los Andes e investigador del Núcleo Milenio Imhay, Jorge Gaete.

Niñas y  niños, por ejemplo, se ven afectados por la incertidumbre y los cambios de rutina que ha generado la pandemia. A los jóvenes, en tanto, les pueden afectar los conflictos que surgen por el posible hacinamiento del hogar o la necesidad de teletrabajo del adulto responsable. “ Un buen consejo para los padres que enfrentan problemas de este tipo es dedicarle tiempo exclusivo a la comunicación con los hijos, abrazarlos y preguntar si necesitan ayuda”, recomienda  Jorge Gaete.

Contacto digital: una solución no óptima.

Para conectar con otras personas utilizamos cuatro de nuestros sentidos: vista, tacto, oído y olfato. En contextos como esta pandemia, es fundamental poder utilizar alguno de ellos. “Definitivamente las nuevas tecnologías nos ayudan a paliar los efectos negativos de la falta de contacto: no solamente podemos hablar, sino que también podemos vernos a la distancia. Y no es algo menor, ya que el componente visual es uno muy importante para conectarnos con otras personas”, puntualiza Pedro Maldonado.

Para solventar esa carencia los expertos entregan algunas recomendaciones ligadas a estimular zonas del cuerpo como los brazos, hombros y cuello, actividad que puede servir para liberar oxitocina y serotonina.

“Se ha comparado el masaje con la actividad física de carácter cardiovascular y tienen efectos bastante similares: el masaje      puede lograr autoestimular nuestro cuerpo tal como lo hace el ejercicio físico, por ende ambos son sumamente recomendables”, comenta el investigador Jorge Gaete, quien recomienda la posibilidad de practicar  yoga “que por los tipos de presiones que ejerce sobre el cuerpo debiera ayudar a reducir los niveles de cortisol”.

Por su parte,  el neurocientífico de la Universidad de Chile  concluye que el contacto  digital no basta para suplir toda nuestra necesidad de contacto, ya que olerse y tocarse son parte inconsciente, pero importante en el fortalecimiento de las relaciones interpersonales. Para solventar esa carencia, los expertos entregan algunas recomendaciones ligadas a estimular zonas del cuerpo como los brazos, hombros y cuello, actividad que puede servir para liberar oxitocina y serotonina.

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