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Comentario de actualidad científica: No botar papeles en la calle

Juan Carlos Ramírez Flores
  • 1 Noviembre, 2015

Comentario 15 - Fotografía principal

El sólo abogar por la protección del medioambiente nos suele hacer creer que estamos aplicando de manera correcta el conocimiento y los principios científicos, lo que no siempre es así  

 

Por Dr. Juan Carlos Ramírez Flores

 

Recuerdo haber visto alguna vez una encuesta sobre medioambiente en la televisión. La respuesta de uno de los encuestados llamó profundamente mi atención, pues se trataba de un niño de unos 8 años, que de la mano de su madre respondía a la siguiente pregunta: ¿qué haces para proteger el medioambiente?, “jamás boto papeles en la calle” respondió.

En mis charlas suelo recordar la respuesta de aquel niño, pues posiblemente el lector ya haya  concluido que no botar papeles en la calle poco aporta a la protección ambiental, y lleva a pensar si como sociedad dominamos conceptos que con frecuencia utilizamos cuando nos enfrascamos en discusiones sobre ecología o medioambiente.

Etimológicamente, “ecología” proviene del griego y significa “estudio del hogar”. El creador del término, el alemán Ernst Haeckel, se refería por supuesto al único hogar que tenemos: la Tierra. Sin embargo, ¿salvaremos al planeta de una debacle ambiental si acaso estamos convencidos que sólo debemos evitar botar papeles?. El ejemplo tal vez sea demasiado extremo, pues hablamos de un niño, pero ¿cuánto se modifican estos conceptos cuando llegamos a la adultez?.

La pregunta toma relevancia en el marco de una denuncia que surgió hace pocos días al interior de un campus universitario en Temuco, cuando funcionarios informaron de la tala de varios árboles, al parecer, sin un propósito claro. El tema es relevante no sólo porque siempre es triste la pérdida de tales maravillosos individuos, sino también porque algunos de los argumentos utilizados para condenar las talas van en línea directa con la respuesta de aquel pequeño que mencioné.

Uno de los argumentos esgrimidos fue la protección contra el sol que algunos de estos árboles aportaban a las oficinas. Otros argumentos se basaron en una conjunción de la protección ambiental y paisajismo, coincidiendo con los principios de la “ecología urbana”, ciencia que estudia la dinámica de los procesos ecológicos en sistemas con dominio antrópico, tal como las ciudades. Finalmente, los argumentos más llamativos esgrimieron razones altamente ambientalistas para condenar la tala: “los árboles son los pulmones de la Tierra”, o “no destruyamos especies en peligro”.

A este respecto, se puede indicar que si bien en Chile está prohibida la tala de árboles sin la debida autorización, tal medida no rige en las áreas urbanas, pues se prioriza el bienestar de las personas. Puede que a primera lectura esta razón no parezca muy ambientalista, pero no olvidemos que las ciudades son obra del ser humano, y por supuesto, él tiene derecho a vivir con comodidad, incluso si ello pasara por eliminar los árboles. Sin embargo, muchos países, principalmente los desarrollados, han comprendido que el ser humano experimenta un mayor bienestar si vive en un entorno armónico con la naturaleza, y de hecho, ciudades como Estocolmo (Suecia), se encuentran literalmente inmersas en áreas verdes, donde las personas realmente viven y mueren en paz.

Pero los argumentos fallan cuando pretendemos que al tener ciudades “ecológicas”, estamos igualmente salvando los procesos naturales en la Tierra. Como ejemplo, si acaso el motivo contra la tala es que los árboles son el pulmón del mundo, podría entonces darse luz verde a la destrucción masiva en ciudades y bosques, pues la mayor parte del oxígeno que respiramos proviene del plancton en los océanos, no de las plantas terrestres. Por otro lado, aunque existan especies en peligro de extinción creciendo en las ciudades, su aporte real para evitar extinciones será muy limitado si acaso el mismo ser humano no facilita su propagación.

Si queremos tener un futuro, debemos en primer lugar conocer las reales funciones de los seres vivos: los bosques son reservorios de biodiversidad, hogar de millones de especies, fuente de innumerables recursos. Debemos entonces fijar la mirada y nuestras acciones fuera de las áreas urbanas si queremos mantener la vida. Debemos salvar la naturaleza por las razones correctas, y desde el sofá de nuestra casa o desde un escritorio, buscando nuestra propia comodidad, es poco lo que efectivamente lograremos.

Es claro que las generaciones adultas ya cumplieron su papel destructor, lo que ahora debemos hacer es que cumplan un papel educador, difundiendo el conocimiento a las nuevas generaciones. Puede que aquél niño de la encuesta aún esté a tiempo de salvar al planeta.

  

El Dr. Juan Carlos Ramírez F. es Ingeniero Forestal (Universidad Austral de Chile), Magíster en Ciencias Mención Silvicultura (Universidad Austral de Chile) y Doctor en Recursos Naturales (Universidad de Hannover, Alemania). En la actualidad es docente del Departamento de Ciencias Químicas y Recursos Naturales de la Universidad de La Frontera.  

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