Tras la protección de los delfines en Chile

  • 30 Agosto, 2017

Oriunda de la Región del Maule, María José Pérez Álvarez, doctora en Ecología y Biología Evolutiva e investigadora de postdoctorado en la Universidad de Chile, comenta que su afición por los cetáceos ha sido de toda la vida. Durante su infancia, relata, tuvo su primer acercamiento con el ahora conocido delfín chileno. “Iba caminando por el borde costero y vi saltar dos puntos negros que en ese momento no pude identificar. Luego de hablar con los pescadores me di cuenta de que todos lo nombraban distinto, y después de investigar descubrí que era el delfín chileno”.

Así explica que nació su interés por la investigación de esta especie, un hito que además fue delineando sus áreas de trabajo, desde la investigación hasta la docencia. Una vez finalizada la carrera de Biología Marina en la Universidad de Valparaíso, María José trabajó por cuatro años en el Programa de Estudios y Desarrollo de Talentos, PENTA UC, una escuela de enriquecimiento extracurricular dirigida a escolares de 6° básico a 4° medio. “Con los niños organizábamos salidas a terreno, salíamos de Papudo en bote a ver un delfín que está ahí desde el 1980. ¡Todos quedaban maravillados! Para mí fue muy importante transmitir todo el conocimiento que tenía, la verdad es que les brillaban los ojitos cuando les hablaba de estos animales. Tenían muchísimo interés en aprender”.  Paralelamente, esta investigadora decidió formar con un grupo de compañeros “Eutropia”, una ONG que les permitiría trabajar directamente en la conservación de cetáceos. “Todos los integrantes teníamos un tema con el Cephalorhynchus eutropia: el delfín chileno. Fue un punto de partida simbólico para nosotros como chilenos, y de ahí el nombre de nuestra ONG”, sostiene.

“Como ONG comenzamos a ir a Punta de Choros, logramos visualizar delfines y quedamos encantados. Empezamos a hacerles un seguimiento mes a mes para poder identificarlos y trabajar junto a los pescadores en temas de protección”, afirma sobre los estudios que ya llevan 14 años y que se han extendido a la Caleta Chañaral de Aceituno, localidad en la que también han logrado visualizar ballenas que vuelven cada año  a las costas chilenas.

María José comenta que en un inicio sus investigaciones fueron sin muchos recursos, “partimos sacándole fotos a los delfines y cuando nos dimos cuenta de que eran los mismos delfines residentes empezamos a incorporar herramientas genéticas. Comenzamos a sacar muestras con un sopapo, ¡lo dábamos vuelta y le poníamos un velcro en cruz! Así podíamos tocar a los animales que se acercaban al bote sin hacerles daño y luego hacer análisis genéticos”.

Hoy, sus investigaciones de postdoctorado apuntan a poder identificar cómo es la interacción de los delfines residentes, si interactúan entre ellos o si están aislados genéticamente. Todo esto, a  través de asociaciones conductuales y herramientas genéticas. “Tenemos información muy valiosa que logramos recopilar en todos estos años, ya que hemos podido obtener perfiles individuales de cada animal”.

Estos estudios de identidad poblacional les permiten dar directrices de cuidado y conservación de los delfines residentes de las costas de Punta de Choros y Caleta Chañaral. “Estamos hablando de una población única que lleva en el lugar más de 16 años y que, por alguna razón, no se mueve de ahí. Además, al ser un área muy importante desde el punto de vista de su biodiversidad, hay que tener mucha precaución con los problemas ambientales que puedan afectar a  los animales”.

El delfín chileno

Considerado como uno de los delfines más pequeños del mundo, el ejemplar chileno se caracteriza por sus aletas que terminan de forma redondeada y por tener una coloración gris oscura, tanto en el costado como en el dorso. Su nombre científico es Cephalorhynchus eutropia, lo que significa cabeza puntuda, una característica física muy importante. “No mucha gente lo asocia con delfines por su carita poco típica, lo que por mucho tiempo hizo difícil su identificación”.

La especialista en Ecología y Biología Evolutiva, explica que es muy importante que esta especie se conozca ya que es endémica, es decir, que prioritariamente se puede encontrar en las costas chilenas. “Su distribución es bastante restringida dentro de nuestro territorio, por lo tanto, si no somos nosotros quienes lo cuidamos y estudiamos no habrán científicos de otras partes que tengan como prioridad su investigación”.

“Hasta hace muy poco tiempo el delfín chileno era muy utilizado como carnada para la captura de centolla y hoy las actividades del ser humano lo siguen afectando”. Sin embargo, agrega que fue gracias a la visibilidad que ha tenido en los últimos años que hoy está bajo protección. Es considerado una especie Casi Amenazada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, UICN, y en los registros chilenos está catalogada como Vulnerable desde la Región de Los Lagos hacia el norte y como Casi Amenazada desde la Región de Aysén hacia el sur.

A pesar de que es una especie que sigue investigando, las grandes contribuciones de María José y todo su equipo de trabajo a su estudio fueron durante su tesis de doctorado. Ahí logró tomar muestras de piel de este ejemplar en toda su distribución, desde Valparaíso hasta Punta Arenas. “Quisimos ver cómo estaba esta especie desde el punto de vista poblacional, si era una sola población o si eran distintos grupos. Lo que descubrimos es que a lo largo de toda su distribución existen dos unidades poblacionales, una de Chiloé hacia el norte y otra de Chiloé hacia el sur”.

María José señala que este quiebre biológico sería explicable en especies que no se puedan desplazar por las aguas, pero que es muy extraño para un delfín. “Podría cruzar perfectamente el canal del Chacao para reproducirse con los ejemplares de Chiloé, claramente la razón no es geográfica pero aún no encontramos la respuesta”, señala. 

El descubrimiento de estas dos unidades de distribución es un resultado que no sólo se queda en un importante avance científico, sino que ayuda directamente a la protección de la especie. “Estamos trabajando directamente con Subsecretaría de Pesca y Acuicultura, para elaborar planes estratégicos de conservación. No sirve de nada tratar la población de esta especie como un todo, hay que pensarla como dos unidades con amenazas diferentes, las que deben ser identificadas y cuantificadas de manera diferenciada”.

Sin lugar a dudas los avances de esta investigadora ayudarán a tener un mayor conocimiento del delfín chileno y, de esta forma, poder establecer estrategias de conservación para evitar la extinción de esta especie nativa de nuestro país.

Fotos: Eutropia – Centro de investigación

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