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La Reina del Arroz

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  • 14 Agosto, 2019

La ingeniera agrónoma Karla Cordero, ostenta este título por su trabajo en genética vegetal que permitió incorporar dos nuevas variedades de este cereal, el que hoy ocupa el 85% de los cultivos a nivel nacional. La visión de una genetista, y su rol en el desarrollo de una zona rezagada como el Maule Sur, es vital para comprender la ciencia como una herramienta para el desarrollo productivo y social.

En Chile se cultiva arroz desde 1925. Los chilenos consumen diez kilos por año y lo preparan entre tres o cuatro veces por semana en sus casas. El arroz está presente en las comidas típicas del país y en las foráneas más consumidas, como el sushi. Se prepara de forma sencilla: En una olla se vierte una taza de arroz más dos de agua, se agrega sal, aceite y se revuelve todo. Se deja a fuego por 20 minutos y listo. Como en la típica escena de la película “Forrest Gump” donde Bubba indica las múltiples preparaciones del camarón, en Chile las preparaciones más populares son: arroz con pollo, arroz con sala de tomates, arroz con huevo, tortilla de arroz, arroz con leche, cazuela con arroz, risotto, arroz con bistec y sushi.

Así, el arroz es un alimento versátil y ampliamente utilizado; se indica para comenzar la alimentación de los bebés, lo recetan para las dietas de los enfermos, y es indicado como una alternativa para gente intolerante al gluten. Su valor nutricional es alto en carbohidratos y en proteínas y, sin duda, es el alimento más consumido en el país.

En el estudio “El cultivo de arroz y sus expectativas” de Roberto Alvarado y Santiago Hernaíz, cuentan que el consumidor chileno destina el 42% de sus ingresos en alimentación y gasta el 2% de su sueldo en arroz. “En Chile se produce el arroz japónico que es el de grano largo y ancho. Entre sus características se encuentra su alto rendimiento y gran calidad”, comenta Karla Cordero, investigadora del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y una de las expertas del tema en el País.

La región del Maule es protagonista en el mercado nacional del Arroz, ya que el 80% de la producción nacional se enraíza entre las comunas de Retiro y Parral, siendo el sustento principal y una fuente de trabajo importante en la zona. “El arroz que se produce en territorio nacional es el más austral del mundo y tiene una resistencia mayor al frio. Además, su producción es sustentable, ya que no hay plagas o enfermedades, lo convierten en un producto casi orgánico, porque los campos arroceros presentan baja carga química”, señala la científica.

Como Pasteur, cuando trabajaba con los campesinos en la cura de la enfermedad del ántrax, Karla traslada su laboratorio al campo para trabajar junto a los agricultores en la inducción de nuevas variedades de arroz.

“Después de 30 años que no se sacara al mercado una variedad que destronara al diamante, el 2010 liberamos con mi equipo, la variedad zafiro y cuarzo, que hoy en día representan al 85% del cultivo nacional”.

Por este trabajo en el mejoramiento genético e innovación en los cultivos, además de ofrecer mayores posibilidades de consumo a los chilenos, Karla comenzó a ser reconocida en el mundo agrícola como la Reina del Arroz. Pero llegar al “trono” no fue fácil.

Eligiendo a una reina  

Karla Cordero nació en 1980 en Talca. Realizo sus estudios en la Escuela Villa El Edén y cursó secundaria en el Liceo Marta Donoso Espejo, donde sobresalió de inmediato por sus buenas calificaciones. Además, la integraron a un curso piloto con las mejores estudiantes de su promoción. “Los profesores fueron un gran motor, ya que nos instaban a estudiar para llegar a la Universidad”, explica.

Desde este tiempo empezaron sus logros. Primero se ganó una beca interna en el liceo para cursar un preuniversitario. Tras salir del colegio y lograr un buen puntaje en las pruebas de ingreso, entró a la Universidad de Talca a estudiar Agronomía, becada durante toda la carrera. “Nunca me gustó estar encerrada, necesitaba una carrera outdoor por eso elegí Agronomía”.

Al tercer año de estudio tuvo su primer flechazo: la genética, principalmente, la vegetal. “Me gusta porque es una mezcla entre química, bioquímica y matemática. Es todo mágico, el cruce de dos plantas, los genes y los colores, me llamó mucho la atención”, comenta. Su romance con la ciencia, la llevó a estudiar un magister en Horticultura y en el curso del programa empezó a experimentar con el mejoramiento de plantas, la biotecnología y los marcadores biomoleculares. “Aquí dije ‘esto es lo mío’, nació mi amor y comencé a realizar mis primeros pasos en la ciencia”.

Pasó una temporada en España en el Centro Nacional de Biotecnología de la Universidad Autónoma de Madrid, donde obtuvo nuevos conocimientos y una mirada actualizada sobre el mejoramiento genético de plantas y la productividad de los alimentos en el mundo. Al llegar a Chile se adjudicó un puesto de planta en el Instituto de Investigación Agropecuaria (INIA) y trabajó con el trigo en una primera etapa. “Sin pitutos y contactos, yo creo que quedé por mis conocimientos teóricos, por mis cinco años de trabajo en genética y la base que me entregó la universidad”, señala.

Después de recorrer toda la zona central durante un año, trabajando en el mejoramiento genético del trigo, se abrió una plaza en el programa de arroz, en el que luego de postular y quedar, comenzó a construir el camino que la llevó a la “realeza” de la agricultura nacional.

“Me enamoré del cultivo de arroz porque es una planta modelo a nivel internacional, fue la primera de las que se secuenció su ADN y la mitad de la población mundial depende de este alimento, es un grano fundamental”, dice.

Tras una pasantía en el Instituto de Internacional del Arroz en Filipinas, una experiencia que abrió su mente al mundo al poder ver todas las formas imaginables de investigación sobre el arroz, decidió estudiar un doctorado. Esta vez ganó una Beca Chile y partió a la UC Davis en California (USA), la mejor escuela de Agronomía del planeta. “Muchas veces no pude dirigir mis propios proyectos de investigación por no tener el grado académico. En INIA siempre me apoyaron para estudiar, saqué mi doctorado en los cinco años y regresé a mi trabajo”, cuenta.

Entre el campo, la academia y los futuros científicos y científicas

La Dra. Karla Cordero lidera el programa de mejoramiento genético de arroz del INIA y es la única mujer en el equipo. Junto con liderar la búsqueda y creación de nuevas variedades de arroz, también deja tiempo para compartir su experiencia con la comunidad.

El pasado 30 de junio en el Teatro Abate Molina de la Universidad de Talca, estuvo con más de 300 estudiantes que ingresaron a la Academia Maule Ciencia 2019, espacio formativo del PAR Explora de CONICYT Maule, ejecutado por la Universidad de Talca, donde escolares junto a científicos co-crean  proyectos de investigación en el ámbito estudiantil. Para la experta, vincularse con estudiantes es fundamental para aportar al desarrollo de la región y el país.

“Es crucial trabajar con los jóvenes porque en manos de ellos y ellas está el desarrollo futuro de la tecnología y la investigación, sobre todo en el ámbito que yo me desarrollo, que es la alimentación”, comenta la investigadora.

Para Karla, no hay límites para aprender, uno puede y debe encontrar las oportunidades en todos los ámbitos académicos. “En Chile es difícil estudiar y hacer investigación científica, pero con pasión todo se puede. Mi meta es sumar a más gente en la investigación sobre el arroz y que se divulguen los beneficios de este cereal en toda la población”, palabra Real.

 

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