Un cambio de mirada para un Chile que envejece

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  • 7 enero, 2022

Más de dos millones de personas sobre los 60 años habitan nuestro país actualmente. Casi siete veces más que en 1950, y la mitad de lo que se prevé para este rango etario en el año 2035. Así lo indicó el Instituto Nacional de Estadísticas (I.N.E.), de acuerdo con proyecciones realizadas a partir del Censo 2017. ¿Cómo se prepara la sociedad para una población cada vez más envejecida y activa? En esta entrevista exclusiva para la iniciativa Ciencia Abierta, Paulina Osorio, antropóloga social e integrante de la Red Transdisciplinaria sobre Envejecimiento de la Universidad de Chile, despeja algunos mitos y nos entrega pistas sobre cómo abordar la vejez con perspectivas de derechos.

– ¿De qué se trata la antropología de la vejez, su área de estudio?

Es un campo de investigación relativamente nuevo, ya que históricamente se ha investigado la vejez principalmente desde las líneas más médicas o biológicas. Entonces, la antropología aborda el fenómeno del envejecimiento desde los aspectos sociales, las condiciones de vida o los contextos en los cuales los sujetos envejecen, y se nos presentan como una realidad diversa. Eso es lo que enfatiza la antropología, la diversidad en la experiencia de envejecer y cómo las diferentes sociedades construyen ciertas normas de comportamiento para las personas en las diferentes etapas de la vida.

– ¿Desde cuándo se estudia en Chile?

Diría que hace unos 20 o 25 años. Quizás un poco más, porque si uno mira la investigación social del envejecimiento en Chile, por ahí por los años 80’, la socióloga Carmen Barros fue una de las primeras investigadoras dentro del área social que empieza a hablar de la ancianidad y los aspectos sociales de la vejez, pero fueron experiencias muy aisladas de investigación.

No es hasta después del Censo 2002 que Chile ya es conceptualizado como un país propiamente envejecido, y comienzan a proliferar mayores investigaciones en torno a los aspectos sociales frente a la vejez y el envejecimiento desde diferentes disciplinas y aristas como la psicología, la antropología o la sociología.

– ¿Por qué es importante estudiar desde distintas disciplinas este fenómeno?

Porque en países como los nuestros, donde las realidades sociales son bien diversas y muchas veces el envejecimiento está vinculado a mayores condiciones de vulnerabilidad social, es importante un tipo de investigación donde se evidencie que hay determinados contextos sociales que pueden generar condiciones desiguales y discriminatorias. La vejez en Chile comienza a ser una experiencia no deseada en los sujetos, porque no solamente tiene que ver con más patologías vinculadas a la edad, sino que también suma una experiencia de exclusión y marginación social.

Si universalizamos la experiencia de envejecer, en el fondo estamos naturalizando estas desigualdades y ahí hay que tener cuidado. Lo que hacen las investigaciones de tipo social es evidenciar estos contextos para poder impulsar ciertas políticas o acciones que generen una mayor igualdad.

– ¿Y cómo es envejecer en Chile?, ¿de qué forma lo abordan las familias chilenas?

Es una realidad muy heterogénea y diversa. Diría que en Chile y América Latina todavía está muy presente el modelo familiarista, donde hay una responsabilidad del núcleo familiar directo, y se da por hecho que éste tiene que hacerse cargo.

En otras experiencias es el Estado quien se hace cargo. No se trata tampoco de una oposición entre familia y Estado, pero creo que, en el caso de Chile y sus proyecciones demográficas, será necesario que también intervengan otros actores en el sistema de cuidados en la vejez, como las redes comunitarias o vecinales. Me inclinaría más por esta triada entre familia, Estado y comunidad.

– En este período nos toca definir con una nueva Constitución el rol que debe tener el Estado en distintas materias, entre ellas la vejez. ¿Cómo garantizar los derechos de este grupo en una nueva Carta Magna?

Si uno mira la estructura etaria de los candidatos, pareciera que hay pocas personas mayores. Lo más probable es que esos candidatos jóvenes sí tengan un discurso sobre la vejez, pero no se logra visualizar a las personas mayores como agentes ciudadanos, como recurso humano para el desarrollo y para los cambios dentro de la propia política del país.

Entonces, si bien es relevante, la discusión se ha reducido a dos ámbitos, que tienen que ver con el sistema de pensiones y la salud, que sin duda son importantes para cualquier ciudadano, pero es bastante reduccionista pensar que la realidad de la vejez es solo salud y pensiones. La Constitución debe asegurar el ejercicio de derechos de ese grupo etario.

Adultos mayores y pandemia

– Con la llegada del virus del Covid19 hemos visto a los medios de comunicación, sobre todo la televisión, ensalzar esta figura del adulto mayor que se cuida de la pandemia y de la importancia de protegerlos. ¿Qué opina de este enfoque?

La idea de objeto de cuidado también tiene que ver con homogeneizar, de reducir a una sola realidad la experiencia de envejecer. Desde ese punto de vista, desaparece la individualidad de la persona mayor. Entonces ya hay una idea prefijada de que son sujetos que no pueden cuidarse a sí mismos, por lo que se debe generar una normativa para prohibir que salgan, pero no se puede generalizar la realidad a partir de las características biológicas de una persona.

A lo largo del año, nos fuimos dando cuenta de que son personas muy responsables, que se han cuidado, que han generado estrategias comunitarias y familiares para alimentarse y solucionar todos los problemas que se les han generado.

– ¿Por qué se genera esta imagen del adulto mayor desvalido? 

La vejez está vinculada a la caridad, y quien requiere caridad está desvalido. Sin embargo, con la transformación demográfica aumentaron las condiciones de vida, las experiencias de envejecimiento comenzaron a ser muy diversas y hoy gran parte de las personas mayores son autónomas. El problema es que todavía funcionamos en el modelo anterior, con esa experiencia del desvalido, y recién ahora son las propias personas mayores quienes nos demuestran que efectivamente son sujetos como cualquier adulto, independiente de que a lo mejor tienen más patologías o enfermedades crónicas, pero eso no les inhabilita para seguir tomando decisiones sobre su propia vida.

Yo suelo dar el siguiente ejemplo a mis estudiantes. Cuando se sube una persona mayor al bus, la gente automáticamente se para dar el asiento, porque obviamente son personas que tienen dificultades de movilidad y que se pueden cansar con mayor facilidad. El matiz está en que yo decido que esa persona necesita sentarse, pero no le estoy preguntando si se quiere sentar. Automáticamente se decide por esa persona.

– ¿De qué forma las personas que estamos rodeados de adultos mayores podemos aminorar el impacto que la pandemia tuvo en su vida social?

No perder el contacto, permanecer presentes. Estar atentos a las necesidades que pueden requerir y también comprender que tienen una trayectoria y a lo largo de su vida han enfrentado situaciones de crisis complejas, ya sean familiares o sociohistóricas, que les han permitido generar estrategias y fortalezas. Darles confianza, que sepan que uno está ahí, pero también las herramientas para poder enfrentar una situación de crisis como ésta.

 

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