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Nanosatélite SUCHAI: la pequeña conquista chilena del espacio que emula a la esperanza

Conversatorio SUCHAI_web
  • 14 Enero, 2022

El dispositivo ya está en órbita, y mediante tecnología avanzada y el esfuerzo de investigadoras/es nacionales, permitió dar un paso concreto, en materia de desarrollo aeroespacial, para una nación que inició este camino con el fracaso del satélite FASat-Alfa en los 90’s.

Los años 90’s fueron, sin duda, un tiempo y lugar para acunar diversas esperanzas y sueños para miles de chilenos y chilenas, que en muchos casos, y ante el cercano advenimiento del año 2000, sentían que la modernidad, especialmente tecnológica, sí podía darse una vuelta por esta extrema y lejana geografía del tercer mundo.

Fue la década del convencimiento masivo de la relevancia de nuestros cielos, especialmente en la Región de Coquimbo, y de ese imaginario cultural, pasamos a noticias que nos llenaban de ilusión, como la posibilidad de poner en órbita al primer satélite chileno, el FASat-Alfa, mientras, al mismo tiempo, oíamos que el  piloto militar e ingeniero aeroespacial, Klaus von Storch Krüger, era candidato a ser el primer astronauta chileno.

Lamentablemente, la década acabó y ninguno de los sueños de “tocar las estrellas” para Chile se cumplió. Sin embargo, el tiempo siguió su curso y los esfuerzos de diversos investigadores/as no claudicaron, pues en la actualidad, la tecnología y recursos siguen encaminados a esta conquista espacial de nuestro país.

Precisamente, de ello trató el conversatorio “SUCHAI: el primer nanosatélite chileno puesto en órbita” desarrollado por “Ciencia Abierta” del Proyecto Explora Coquimbo del Ministerio de Ciencia y ejecutado por la Universidad Católica del Norte. En la ocasión, el coloquio contó con la presencia del Dr. Marcos Díaz Quezada, Elías Obreque Sepúlveda, Tamara Gutiérrez, Matías Vidal Valladares y Carlos González Cortés, pertenecientes a Space and Planetary Exploration Laboratory (SPEL) de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile.

Para qué sirve algo tan pequeño

Pero en primer lugar, ¿qué es un nanosatélite? ¿Un objeto volador muy pequeño? Primero, se debe saber que los satélites se pueden clasificar según la masa que poseen, donde los nanosatélites son satélites artificiales con una masa de entre 1 y 10 kilogramos. “Antes, los satélites eran grandes estructuras que pesaban muchas toneladas, entonces, pensar en uno con una masa de 10 kg era algo inimaginable, pero como se ha ido reduciendo la tecnología, hoy sí pueden desarrollarse”, aclaró Matías Vidal.

La función de un nanosatélite es primordial para las comunicaciones, o al menos eso hemos entendido desde hace décadas, pero, ¿esto es así? Tamara Gutiérrez explicó al respecto que la gracia de este tipo de satélite es su bajo costo de desarrollo, en relación a uno convencional, y también, que se originaron el año 2000 en la Universidad Politécnica de California, donde se creó este primer dispositivo.

“Se buscaba proveer acceso a los investigadores del área académica con un costo de desarrollo más bajo”, rememoró, comentando también que las funciones de un nanosatélite, utilizados también por diversas empresas e instituciones de investigaciones, son variadas: “primero, capturar información de la Tierra para la agricultura, los bosques o estudios meteorológicos, o para optimización de procesos o crear nuevas tecnologías. También sirven para las comunicaciones y poder conectarnos de un punto a otro sin necesidad de una conexión en tierra, e igualmente, para geolocalización y aplicaciones científicas que es lo que hacemos nosotros en el laboratorio”, añadió.

Diseñar, construir, nombrar y agregar componentes

Pero antes de diseñar y elaborar tecnología de este tipo, se debe contar con un lugar que aglutine conocimiento y soporte en la materia. Precisamente, esa es la función del Space and Planetary Exploration Laboratory (SPEL) de la Universidad de Chile: proveer la infraestructura para todas las personas que desean desarrollar investigación espacial, “apoyándolos para que puedan llegar al espacio, fuera de la Universidad de Chile y considerando a otras instituciones de investigaciones, y por supuesto, formar a personas en la materia”, explicó el Dr. Marcos Díaz.

Y luego de diseñar, construir y probar, viene quizá una de las etapas más difíciles: bautizar a esa nueva invención, tarea no menor considerando factores como atractivo, novedad e identificación con algún rasgo especial de lo investigado, los/as investigadores/as o el país que cobija ese trabajo. Precisamente, el nombre SUCHAI no fue una elección al azar, pues según relató el Dr. Díaz, trata de emular una palabra del Mapudungún: Suyai, “que significa esperanza, palabra de mucho valor en lo personal y para quienes estábamos trabajando en ello. Y en esa emulación creamos una sigla en inglés que significa Satellite of the University of Chile for Aerospace Investigation”.

Pero, ¿cuánta tecnología cabe dentro de un nanosatélite como SUCHAI? Al parecer, más de las que podemos imaginar, pues en palabras de Carlos González, para la industria espacial es muy extraño que un satélite sea tan pequeño: un cubo de 10 centímetros por lado, “tendríamos que imaginarnos algo así como un cubo Rubik, lo cual presenta muchos desafíos porque, aunque es un satélite tan pequeño, dentro de él tenemos que agregar todos los componentes que lo hagan funcionar en el espacio: sistema de comunicaciones, paneles solares, batería, computador, un experimento científico, cámara, antena, un sinfín de  cosas que representan un desafío de instalar en un espacio tan reducido”, detalló finalmente.

¿Quedaste con más interrogantes sobre este tipo de dispositivos? Si lo deseas, puedes revisar aquí el conversatorio completo:

 

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