Un grupo de 34 docentes, de distintas asignaturas, viajaron a Pica para aprender durante una semana cómo la ciencia puede ayudar a sus alumnos.

El lunes 14 de enero, un bus lleno de profesoras recorrió unos cien kilómetros desierto adentro, desde la ciudad de Iquique hasta el oasis de Pica. En total, arribaron  34 docentes, provenientes de distintos puntos de Chile —desde Arica hasta La Araucanía—, para ser parte del Campamento de Ciencias para Profes Explora Va! 2019, Gigantes de Tarapacá. Después de una hora avanzando entre el polvo y la arena, el bus entró al Resort Santa Rosa, entre aplausos, gritos y banderas, que salieron a darles la bienvenida. De vacaciones en sus respectivos colegios, los profesores iniciaban así una semana en donde, en lugar de enseñar, se dedicarían a aprender.

Desde 2011, el Programa Explora de CONICYT ha organizado numerosos campamentos de ciencia para estudiantes, en los que han participado más de 8.500 jóvenes. Sin embargo, en busca de un impacto de más largo plazo en los colegios, a partir de 2015 se decidió sumar campamentos para profesores en todo el país. Por eso, esta semana llegaron a Pica docentes de todas las asignaturas, educadores de párvulo y jefes de UTP, con un objetivo en común: adquirir conocimientos y herramientas científicas para potenciar sus diversas clases, desde Historia y Literatura, hasta Música o Educación Física.

Profesores de todo el país llegando al Campamento de Ciencias para Profes Explora Va! 2019.

Paula Arismendi, subdirectora nacional del Programa Explora, señala que la meta del campamento es justamente ésa: entender las variadas formas en que el pensamiento científico puede aportar a otras asignaturas. “Una es la curiosidad, ese fenómeno de querer descubrir y aprender cosas nuevas”, dice. “Otra es la capacidad de recolectar información, analizar datos, razonar y llegar a conclusiones. Por eso, estamos convencidos de que la ciencia puede potenciar el conocimiento en todas las asignaturas”.

Entre los postulantes, se privilegió a quienes vinieran de establecimientos rurales o vulnerables, y tuvieran un interés previo por la ciencia. De los 34 elegidos, 33 correspondieron a mujeres, que recibieron transporte, hospedaje y alimentación. Camila Orellana, profesora de Educación Física de Alto Hospicio, fue una de las beneficiadas. “Hemos hecho actividades muy interesantes pedagógicamente”, dice. “Por ejemplo, para conocernos nos hicieron formar dos círculos concéntricos, y tuvimos que contarles a las personas que estaban al frente experiencias de nuestra infancia, turnándonos para escuchar y hablar. Esa actividad me sirvió mucho, para en marzo no seguir partiendo mis clases siempre de la misma manera”.

“He compartido experiencias con profesoras que viven realidades similares, pero utilizan otras estrategias para resolverlas. Eso hace que una tenga un gran abanico de posibilidades para poder aprender”, dice la profesora Camila Orellana, de Alto Hospicio.

Una de las primeras charlas del campamento, la mañana del martes, la dictó el neurobiólogo Daniver Morales, director del diplomado en Neurociencias del Aprendizaje y Habilidades del Siglo XXI en la Universidad de Santiago, quien compartió con los participantes algunos de los últimos hallazgos mundiales en aprendizaje. Paulina Rivas, profesora de Lenguaje de Temuco, asegura que todo lo que aprendió sobre cómo funciona la memoria, la ayudará a comprender mejor el proceso educativo de sus estudiantes. “Entendimos que el nivel de retención es variado, y que existe una curva de olvido”, dice Rivas. “Es decir: si enseño algo, no debiese retar a mis alumnos porque no lo recuerdan a la semana siguiente. Es importante el recuento clase a clase, que consiste en pedir a los niños que expliquen con sus propias palabras lo que han ido aprendiendo. Así entre los compañeros se ayudan a refrescar los recuerdos”.

Según Paula Arismendi, ese es un objetivo clave del campamento: que los profesores aprendan nuevas metodologías de enseñanza. “El segundo, aún más importante, es que se forme una red colaborativa. Ellos quedan conectados y se escriben, se mandan ideas de cosas nuevas que van aprendiendo”, dice. Eso mismo ha percibido, durante sus días en Pica, la profesora Camila Orellana: “Me he juntado a compartir experiencias con profesoras de otras comunas, que viven realidades similares, pero utilizan otras estrategias para resolverlas. Compartir pieza y estar en grupo hace que una tenga un gran abanico de posibilidades para poder aprender”.

Una vez de vuelta en sus colegios, tendrán la misión de encontrar formas creativas de aplicar todo lo aprendido, para permitir que la ciencia ayude a sus alumnos, diseminados por todo Chile, a mirar un poco más allá.