El estudiante de Medicina Jorge Miles fue premiado en la prestigiosa competencia Falling Walls Lab, gracias a un proyecto que desarrolló mientras era escolar: un método para degradar neumáticos utilizando unas bacterias que descubrió en el patio de su colegio.

 

Se podría decir que todo partió hace ocho años, cuando Jorge Miles, entonces estudiante de cuarto básico en el Instituto de Humanidades Luis Campino, conoció por primera vez la magia de los experimentos: ese año, cuenta, asistió por primera vez al laboratorio de su liceo, y en él aprendió a hacer pequeñas explosiones, a crear jabones artesanales y a fermentar pan.

Esas experiencias, cuenta, cambiaron su vida. Por eso, cuando el año pasado entró a estudiar Medicina en la Pontificia Universidad Católica de Chile, siguió yendo en sus tiempos libres al laboratorio de su colegio, para continuar una investigación que comenzó en su último año escolar, sobre una bacteria capaz de comer neumáticos. La misma que lo llevó hace dos semanas a Alemania, junto a su exprofesor Patricio Núñez, para participar de la prestigiosa competencia internacional Falling Walls Lab.

Jorge Miles es estudiante de Medicina en la PUC.

Miles estuvo una semana en Berlín, compitiendo con más de cien investigadores, de 63 países, que debieron presentar sus proyectos científicos, emprendimientos o iniciativas sociales, en no más dos minutos y treinta segundos, para luego enfrentar treinta segundos de preguntas. Allí, el joven estudiante de Medicina se llevó el premio del público al mejor proyecto de la competencia, gracias a su hallazgo de unas bacterias del género Rhodococcus que convierten el caucho de los neumáticos en alcoholes o azúcar. De acuerdo a su investigación, éstas serían capaces de comer una estructura de caucho por completo en sólo 25 meses, un proceso que puede tardar entre 500 y mil años.

¿Cómo se escalaría este proyecto en el futuro? Esa fue la primera pregunta que le hizo el jurado, para la cual Miles tuvo tres propuestas: la primera, desarrollar una piscina industrial, que funcione como un bioreactor gigante; en vez de agua común y corriente, estaría llena de bacterias come caucho.

—En la piscina nosotros iríamos poniendo los neumáticos y las bacterias se irían alimentando a medida que vayan creciendo —dice Jorge, que hace hincapié en que hoy un alto porcentaje de los neumáticos se desechan al mar, contaminando los océanos y afectando a las especies marinas.

 

“Me pregunté: ¿no habrá algo que esté generando degradación en el neumático y entregándole nutrientes a las plantas? Se lo comenté a mi profesor y ahí partió un viaje de un año, en que nos dedicamos a recolectar muestras, hasta que encontramos la bacteria capaz de comer neumáticos”, dice Jorge Miles.

 

La segunda alternativa, y también la más ambiciosa, sería crear un spray bacteriano.

—Es la más difícil, porque tendría que tener una cantidad de bacterias muy concentrada para actuar en el segundo —explica Miles. Como tercera opción, propuso generar una capa bacteriana de gel, que se podría aplicar encima de los neumáticos, para que actúe el tiempo que sea necesario.

Las grandes ideas suelen llegar en los momentos menos esperados. Para Jorge Miles, este momento ocurrió mientras miraba por la ventana del laboratorio de su colegio. Era 2017, faltaban algunos días para entrar a cuarto medio y sus compañeros estaban de vacaciones, pero él no. Ese día de verano, discutía junto a su profesor nuevos proyecto de investigación, cuando se detuvo a mirar unos segundos hacia el patio del colegio. Unos alumnos habían reutilizado neumáticos como maceteros y unas plantas crecían en ellos. Jorge pensó que las plantas crecían con un vigor sorprendente, de manera inversa al rápido desgaste del caucho. Ahí, en ese momento, la idea llegó a su cabeza.

El proyecto ganó el premio del público en Falling Walls Lab 2019.

—Pensé que algo debía estar pasando en la tierra de esa planta. Me pregunté: ¿no habrá algo que esté generando degradación en el neumático y entregándole nutrientes a las plantas? —dice Miles—. Se lo comenté a mi profesor y ahí partió un viaje de un año, en que nos dedicamos a recolectar muestras de distintos puntos del país, hasta que encontramos la bacteria capaz de comer neumáticos.

Después de varios meses sin resultados, en que descartaron más de cien bacterias y estuvieron cerca de abandonar la idea, uno de los cultivos que tenían sobre la mesa del laboratorio cambió de color.

—Uno de los cultivos se puso turbio y se empezó a ensuciar el líquido, lo que significaba que la bacteria estaba creciendo en presencia de caucho vulcanizado —explica Jorge.

Hoy, luego de obtener reconocimiento internacional, alumno y profesor están en proceso de patentar el descubrimiento, mientras planean como generar una plataforma para buscar financiamiento. El objetivo de la próxima etapa del proyecto es reducir los costos de los cultivos y del proceso de aplicación de las bacterias, para idear una solución que pueda ser utilizada de forma masiva. En tanto, Miles espera que su ejemplo sirva para que se invierta más en ciencia escolar en todo el país.

—Se suele decir que hay temas más urgentes, pero creo que tenemos que invertir la mayor cantidad de dinero que podamos en educación y ciencia —dice—. Sólo una vez que hayamos hecho eso, podremos generar un país industrializado. Tenemos que asegurarnos de que Chile vaya hacia allá.

 

Texto: Estela López