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Columna de opinión: Valoremos nuestro hermoso patrimonio biocultural

Caso de erosión extensiva.
  • 22 Febrero, 2021

Columna por:

María Bernardita Villanueva Brücher

Ingeniera Ambiental, Magister en Gestión Ambiental

Fundadora Proyecto Adelaida, Consultora en Regenerativa 

 

El ser humano es parte de un único gran ecosistema, en el planeta Tierra todo está conectado entre sí, existe un ciclo continuo de intercambio energético entre distintas formas de vida. Gran cadena energética de la cual el ser humano es parte. Muchas civilizaciones y pueblos originarios vivían y viven desde esta conexión, comprendiendo que la salud del ecosistema es también su propia salud. Hoy en día vivimos una gran desconexión, donde más que sentirnos parte, nos hemos sentido superiores, avanzando hacia un supuesto desarrollo dependiente de la sobreexplotación de recursos naturales, modelo insostenible que hoy nos tiene enfrentando una Crisis Climática. Es por esto que con Proyecto Adelaida actuamos desde la educación como un pilar fundamental para cambiar nuestro camino como humanidad, reflexionar y generar consciencia en las acciones diarias en cada ser humano, como un primer paso para acercarnos hacia el cuidado y protección de lo que nos sostiene, nuestro verdadero hogar, la naturaleza.

La región de Coquimbo se ha desarrollado en gran parte desde su paisaje natural, como atracción turística para miles de veraneantes que vienen a disfrutar y conectarse con la belleza presente en la zona costera. Compuesta de playas, humedales, conchales, roqueríos, quebradas y dunas, las zonas costeras son un potencial de desarrollo sustentable enorme e importante de valorar. Considerando que sólo un 5% de los 4200 kilómetros de costa que tiene Chile, corresponde a playa y dunas se hace esencial velar por su cuidado. Lamentablemente la desconexión con lo natural ha generado y sigue generando gran daño ambiental, poniendo especial atención a la contaminación con plásticos, la expansión inmobiliaria y al tránsito de vehículos motorizados. Acciones que generan uno de los mayores daños ambientales de carácter irreparable: pérdida de vida animal y vegetal.

El tránsito de 4×4 a pesar de estar prohibido en zonas costeras desde 1998 bajo la Orden Ministerial N°2 del Ministerio de Defensa, que prohíbe el ingreso y tránsito de vehículos motorizados a playas, dunas, humedales, para prevenir accidentes y daños al medio ambiente. Es una actividad que se ha normalizado, su real fiscalización se hace difícil y continúan los daños. Genera pérdida de hábitat y de biodiversidad, dado el atropello a fauna y flora, como el caso del pilpilén (Haematopus palliatus) ave emblemática de la región que vive amenazada bajo la presión de los 4×4 ya que su éxito reproductivo fracasa por el atropello de sus huevos y polluelos. Como destrucción de vegetación dunar, que cumple una función importantísima en la retención de arena y como zona de alimento y refugio para arácnidos, reptiles, zorros y aves entre otros. Esta actividad fragmenta y erosiona el ecosistema, provocando pérdida de arena de dunas y a la vez de playas, ya que ambas se retroalimentan entre sí, poniendo en riesgo la propia formación de playas y la contención de dunas ante desastres naturales.

El llamado es a valorar nuestra zona costera, a respetar el patrimonio biocultural presente en la vida natural y a conectarse con la sabiduría de nuestros pueblos originarios. Es hora de avanzar en armonía hacía acciones e iniciativas que apunten hacia la conservación y regeneración, hacia una salud ecosistémica. Usuarios de 4×4 mantengan sus ruedas en pistas autorizadas. Estamos perdiendo biodiversidad, que se traduce a una pérdida de oportunidades de avanzar hacia un desarrollo integral. Volvamos a conectar con la belleza de todo lo que nos brinda el entorno natural,  porque la verdadera riqueza vive en la tierra, en el cielo, en los ríos, las montañas, en el mar.

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