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Columna de opinión: Repensar la Historia Regional

  • 7 Febrero, 2022

Francisco Aspe Bou

Profesor de Historia, Geografía 

Magister en Historia

Cuando los jóvenes historiadores franceses de la primera mitad del siglo XX entre ellos Marc Bloch y Lucien Febvre fundaban la Escuela de los Annales, le dieron vida a una nueva y joven historiografía que comprometía a otras ciencias sociales y la visibilizacion de otros sujetos históricos que nunca habían sido estudiados. Aquella escuela marco un cambio radical de como se escribía e investigaba la historia a nivel mundial. Un ejemplo de aquello, fue una disminución de las investigaciones de las grandes epopeyas militares y biografías de hombres destacados que provenían siempre desde la elite. Entonces, hoy, cabe preguntarnos ¿Hay que repensar nuestra historiografía regional ?

No es peyorativo señalar que hoy por hoy se requiere una historia que se ocupe de los territorios que han estado subordinadas inevitablemente a la historia nacional, y cuando no, confundiéndose con la historia regional. Esta historia, no por esto deja de ser nacional, pues contiene el sentir de aquellos espacios comunitarios más pequeños que han estado ocultos por creerlos ajenos al acontecer civilizador que prometieron alguna vez las elites, una historia que reclama nuevos actores, tan valiosos como los de nuestra historia “oficial” que lastimosamente se reproduce al interior de nuestra historia regional.

Esta historia debe recoger con urgencia los desafíos que esto requiere, revisar nuevamente las fuentes que suponemos ya agotadas, y de ser así, considerar otras que han sido dejadas a un lado por estar a más de las veces poco sistematizadas. Requerimos una historia que no se parezca a la historia nacional, cuyos héroes si bien tienen una valía innegable, adolecen de la identidad que da impronta a los territorios.  Esto requiere repensar los conceptos que tenemos de patria, pues ella es ante el primer hogar, la geografía al interior de la cual nacemos, y a veces también, morimos.

Al respecto, es inevitable citar a Thomas B. Macaulay al momento de escribir “Cantos populares de la antigua Roma” (1842): “… ¿Qué mejor manera de morir puede un hombre que la de enfrentarse a su terrible destino defendiendo las cenizas de sus padres y los templos de sus dioses?…”.

Pues al interior de aquella frase que muy bien puede ser de elite subyace una verdad innegable, muchos de nuestros muertos no solo murieron enfrentando batallas épicas y gloriosas, murieron construyendo ferrocarriles en tierras extranjeras, y cuando no, buscando  la riqueza que les fue esquiva en otras naciones. Allí están aquellos que murieron producto de las pandemias, que nunca dejaron de trabajar para sus familias, sus hogares, su primera patria.

En consecuencia, es no solo conveniente volver a revisar las fuentes documentadas a fin de ampliar los conocimientos que se tiene de los territorios, una historia que se aleje del discurso tradicional que ha determinado la Historia Nacional y, como consecuencia directa de esto, afectando a nuestra propia historia. Una historia que fortalezca la identidad de los territorios y que inevitablemente reclama la experiencia que nos deja el tiempo.

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