Columna de opinión: La educación en pandemia, una oportunidad para mejorar

Los derechos fundamentales son aquellos derechos que posee toda persona y que están garantizados y reconocidos por ley. La convención sobre los derechos del niño y la niña, aprobada el 20 de noviembre de 1989 por la Asamblea de las Naciones Unidas, busca promover en el mundo los derechos de éstos, reconociendo que, a diferencia de los adultos, los niños y niñas de todo el mundo necesitan atención y protección especial.
A partir de esta convención, muchos países se han unido y reconocido los derechos de sus niños, niñas y adolescentes, y por supuesto que Chile no ha sido la excepción, teniendo como prioridad los cuidados, beneficios y protección de los niños y niñas de nuestro país y sustentado bajo cuatro principios fundamentales como lo son la no discriminación; el interés superior del niño; el derecho a la vida, la supervivencia y el desarrollo; y la participación en decisiones que les afecten.
Dentro de estos derechos de niños, niñas y adolescentes, se encuentra el derecho a la educación. En nuestro país, este derecho está garantizado en nuestra constitución, en el cual, son de gran relevancia los padres, el estado y los docentes. Es un derecho y un deber de los padres educar a sus hijos, involucrándose en este proceso, ayudándoles, participando en la escuela, manteniendo una comunicación fluida con los establecimientos educacionales, dejando de lado las excusas que les impidan velar por la buena educación de sus hijos; como así mismo, le corresponde al estado ser garante y velar para que este derecho se esté cumpliendo y de igual manera que el estado, los y las docentes tenemos la obligación de asegurar y promover una educación de calidad e inclusiva.
Durante el año 2020, en contexto de pandemia, todas las personas que trabajamos en educación, hemos realizado un esfuerzo enorme por asegurar en todos los niños y niñas de chile el acceso a la educación, a pesar de que la realidad de cada uno es distinta en cuanto a la conexión y acceso a internet y a la interacción que tienen con las distintas unidades educativas, el ministerio y los y las docentes hemos generado las instancias, espacios, y estrategias para que nuestros niños y niñas reciban una educación de calidad, continúa y adaptada a sus necesidades y realidad, velando incluso por mantener la contención emocional y afectiva que nuestros alumnos y sus familias necesitan.
Hoy la mirada hacia el 2021 es distinta, con una mayor esperanza y optimismo, ya que la experiencia del año pasado nos ha de servir para mejorar en todos los aspectos la forma de trabajo e interacción con nuestros estudiantes y sus familias, además, el año de trabajo a distancia nos ha permitido capacitarnos, buscar estrategias y reconocer los aspectos relevantes de la educación y los objetivos esenciales de trabajo, hemos corroborado lo imprescindible de realizar un trabajo enfocado en el desarrollo de las habilidades tanto en las distintas asignaturas del currículo escolar como en las habilidades para la vida.
La pandemia ha sido una gran oportunidad para darnos cuenta de que los tres pilares fundamentales en la educación de los niños y niñas de nuestro país (estado, padres y docentes) tenemos la obligación de continuar trabajando coordinada y activamente para asegurar el derecho de todos los niños y niñas de Chile a una educación de calidad e inclusiva y nos obliga a tener una mirada reflexiva sobre lo que hemos estado haciendo y lo que debemos hacer y cambiar para asegurar un mejor futuro en la educación.