Mariane Krause, nueva presidenta del Consejo de CONICYT, lidera el equipo a cargo de su transformación en la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo del futuro ministerio. Hoy aspira a una ciencia chilena capaz de competir a nivel mundial, y que aporte a nuestro desarrollo cultural, económico y social.

 

Los psicólogos suelen investigar los procesos de cambio, en todas sus esferas, y un cambio organizacional no es la excepción. Mariane Krause, quien hasta hace tres meses era directora del Instituto Milenio de Depresión y Personalidad, lleva una década promoviendo un cambio sociocultural para superar los altos índices de depresión en Chile, y ahora, como nueva presidenta del Consejo de CONICYT, le toca liderar otro gran proceso de cambio: la transición de la institución hacia lo que será la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo del nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, que comenzará a existir desde el próximo año. Sus metas son que ese desafío se realice de forma colectiva, sea una oportunidad para revisar los procesos internos y encontrar formas de perfeccionarlos para el futuro.

—Yo he estudiado procesos de cambio toda mi vida —explica Krause, de 62 años, doctora en Psicología Clínica y Comunitaria de la Universidad Libre de Berlín—, por lo que entiendo que éste debe ser lo más participativo posible. Cuando las cosas se imponen desde el exterior, no suelen funcionar, y quién mejor que la misma gente que está haciendo estas tareas desde hace años para aportar con su experiencia en este cambio.

Según la psicóloga y académica de la Pontificia Universidad Católica de Chile, este proceso de transformación no solo implica una renovación de las estructuras administrativas, sino también una gran ocasión para entender con mayor profundidad el rol que debe tener la ciencia para la sociedad chilena: por una parte, su aporte a un mejor funcionamiento del país en términos productivos, y por otra parte, su enorme importancia en términos sociales y culturales. Dos misiones, dice Krause, que se encuentran intrínsecamente relacionadas al nombre del nuevo ministerio: Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.

La base de sus labores están en la ciencia y la tecnología, lo que hace referencia, según la investigadora, a la necesidad de generar investigaciones que sirvan para el desarrollo de Chile y sus habitantes. Pero acompañadas de dos términos cuya integración tiene que ver con los dos nuevos focos que incorporará el ministerio: el conocimiento, que incluye el aporte de las humanidades y de las artes a la cultura nacional; y la innovación, que plantea que para muchos problemas a nivel país se necesitarán de soluciones creativas.

 

“Yo creo que este nuevo ministerio es una tremenda oportunidad para Chile, un paso gigante para que la ciencia pase a formar parte de la cultura chilena, y no quede encapsulada solamente dentro de un grupo de expertos”

 

—Yo creo que este nuevo ministerio es una tremenda oportunidad para Chile, un paso gigante para que la ciencia pase a formar parte de la cultura chilena, y no quede encapsulada solamente dentro de un grupo de expertos —dice la presidenta del Consejo de CONICYT—. La ciencia tiene una gran importancia en la cultura del país, y en eso también adquiere mucha importancia todo lo que tiene que ver con la difusión de ésta.

Por eso, la divulgación será una prioridad del ministerio, dice la psicóloga. Pone de ejemplo al Programa Explora, como una iniciativa que ha logrado introducir conocimiento científico en la cultura chilena, pero cree que deben existir más instancias para llevarlo a todos los rincones de la sociedad, y en especial a las generaciones más jóvenes. Debe existir un cambio cultural, cree Krause, que habría que sembrar en los escolares para que se acerquen sin miedo a las ciencias, y puedan aprender que el conocimiento puede ser generado por ellos mismos. Esa transformación, añade, incluye generar la posibilidad de que cualquier ciudadano pueda buscar soluciones para su vida a través de la ciencia.

—Chile tiene que dar el salto y entender, con una autoestima distinta, que nosotros también podemos ser productores de ciencia y tecnología relevante, y también podemos generar conocimiento e innovación que nos sirva a nosotros mismos, y no sólo replicar lo que se descubre afuera. Los científicos chilenos tenemos que ser capaces de competir a nivel mundial y hacer ciencia de primera línea, pero a la vez que sea relevante para el país. En eso le cabe un rol importante a la futura agencia y, por supuesto, a todo el ministerio.

¿De qué formas el ministerio debe contribuir al desarrollo de Chile?

—De muchas maneras. Una es este cambio cultural, es decir, cambiar la noción de nuestra ciencia en toda la ciudadanía, y también en los científicos. Por otro lado, se trata de un tema práctico: mantener una ciencia muy conectada, porque eso es importante para que pueda haber innovación. Debemos preocuparnos de que haya ciencia básica, orientada por la curiosidad, pero a la vez fijar ciertas áreas prioritarias para el desarrollo del país.

¿A qué áreas se refiere, específicamente?

—La definición de las áreas necesariamente tienen que ir cambiando a medida que el país va evolucionando, pero están relacionadas con las fortalezas y los recursos que son importantes de investigar, y a la vez con los problemas centrales de Chile, a cuya solución la ciencia debe aportar. Los recursos hídricos, por ejemplo, o los que nos ofrece el mar, que podemos investigar y desarrollar en nuestra larga costa. También los que están en la Antártica y en el norte de Chile, donde justamente tenemos los mejores cielos del mundo para la observación astronómica.

 

“Chile tiene que dar el salto y entender, con una autoestima distinta, que nosotros también podemos ser productores de ciencia y tecnología relevante, y también podemos generar conocimiento e innovación que nos sirva a nosotros mismos”

 

¿La ciencia debe mirar también hacia los desafíos de la sociedad chilena?

—Así es. Por ejemplo, se sabe que Chile está invirtiendo su pirámide en términos de grupos etarios: vamos a tener cada vez más población adulta mayor en las próximas décadas, porque la esperanza de vida ha aumentado de generación en generación. Entonces, esa transformación requerirá de investigación social o psicosocial, porque vamos a tener una población mayor que también tiene que ser un aporte para el desarrollo del país.

—Otro gran tema es la salud mental, su área de estudio.

—Me encantaría que estuviera incluida dentro de los focos prioritarios de nuestra ciencia. Yo suelo hablar, en distintas instancias, de la importancia del estudio de los vínculos, de las relaciones humanas en nuestra sociedad, porque son cruciales para la salud mental. Por lo tanto, me parece muy importante que nos preguntemos también qué cosas podemos favorecer en la convivencia que tenemos los chilenos unos con otros, y qué cambios tenemos que hacer en nuestras estructuras sociales para ser un país con menos problemas de salud mental y una población más feliz.

¿La ciencia chilena puede aspirar a solucionar problemas mundiales?

—Precisamente hay muchas áreas de investigación que tienen que ver con todo el planeta y no solamente con nuestro país, como es el caso de los recursos hídricos. Pronto, nuestro planeta tendrá un grave problema con el agua debido al calentamiento global, y habrá que estar a la altura de esa discusión, tanto para ayudar a prevenir un deterioro aún mayor, como para adaptarnos con soluciones innovadoras a esta situación. Eso es a lo que me refiero con que hay áreas prioritarias en que Chile puede aportar a nivel mundial con la ciencia que genera.

 

Texto: José Miguel Martínez