¿Por qué vemos caras en objetos inanimados? Conoce la pareidolia, el fenómeno evolutivo que confunde a nuestros cerebros

pareidolia
  • 16 septiembre, 2020

Es bastante común que veamos rostros donde no los hay. Diferentes investigaciones apuntan a que esta lectura involuntaria surgió como un mecanismo de supervivencia frente a la amenaza de otras personas. 

¿Has visto rostros en nubes? ¿En paredes? o ¿Cajas de cartón? no te preocupes, es algo normal y que la ciencia le proporcionó un nombre: pareidolia de rostro. Este extraño fenómeno de la percepción, hace que la mente nos haga creer que diferentes objetos inanimados tienen una nariz, boca y un par de grandes ojos que nos observan constantemente. 

¿Qué es la pareidolia?

“La palabra pareidolia deriva del griego para (παρά, “al lado, junto a, en vez de”  – en este contexto queriendo decir algo falso o equivocado- ) y el sustantivo eidolon (εἴδωλον “imagen, forma, silueta” ). La pareidolia es una percepción sensorial ilusoria. En otras palabras, es el fenómeno por el cual estímulos externos aleatorios desencadenan percepciones de entidades que en realidad no existen”, asegura Sergio Ruiz, Psiquiatra y  Doctor en Neurociencias del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina Pontificia Universidad Católica de Chile. 

Estas Ilusiones,  aparecen en cualquier lugar donde podamos identificar estructuras similares a los rostros humanos; desde microscópicos objetos hasta incluso en estructuras de escala galáctica. 

“El patrón básico de características que definen a una cara es algo a lo que nuestro cerebro está particularmente acostumbrado, y es probable que esta familiaridad nos atraiga a los objetos que gatillan la pareidolia” asegura Colin Palmer a ScienceAlert, neurocientífico conductual de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia (UNSW). 

Según Ruiz, en algunas condiciones la pareidolia puede presentarse con más frecuencia. “A modo de ejemplo, pacientes con psicosis que tienen alucinaciones son más propensos a tener pareidolias auditivas (percibir voces en el ruido) que pacientes con psicosis, pero sin alucinaciones. De forma similar se ha reportado mayor frecuencia de pareidolias visuales en algunas enfermedades neurológicas tales como la Enfermedad de Parkinson, cuando se asocia a alucinaciones, u otras demencias”. 

“Una gran proporción de la información sensorial que llega a nuestro sistema nervioso central es visual. Un lóbulo completo de nuestro cerebro, el lóbulo occipital, está dedicado en forma prácticamente exclusiva a la visión, y parte de los otros lóbulos cerebrales cumplen también tareas relacionadas a la visión o coordinadas visualmente”, agrega el doctor Luis Peña, oftalmólogo de la Facultad de Medicina de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Peña explica que el proceso de la visión se inicia en los ojos, en ellos las imágenes son enfocadas por la córnea y el cristalino y se proyectan en la retina, donde se detectan y se comienzan a procesar (la retina es mucho más que una “película fotográfica”, en ella hay circuitos neurológicos que procesan y depuran las imágenes). Esta información visual inicial es llevada por una vía específica (nervio óptico, quiasma óptico y cintilla óptica) al núcleo geniculado lateral, donde ocurre más procesamiento de la información visual, y de donde salen las radiaciones ópticas, que conectan con la corteza occipital.

“La visión es el resultado de millones de años de evolución, y tiene un enorme valor adaptativo. Incluso algo tan aparentemente sencillo como reconocer las emociones en un rostro, es en realidad un proceso complejo, y una enorme ventaja. Por ejemplo, reconocer una cara amenazante nos permite entrar en alerta en forma rápida. Es sólo la inmensa capacidad de procesamiento del sistema visual y de nuestro cerebro lo que hace que esto parezca automático”, agrega el oftalmólogo  

Nuestro cerebro busca patrones para construir la percepción, por ese motivo reconocemos formas de animales o de objetos cuando vemos las nubes dispersas en el cielo, o percibimos una “cara” en una imagen de una montaña, como en la famosa “Cara de Marte”. A la percepción de un estímulo vago y aleatorio como una forma reconocible se le denomina pareidolia.

¿De qué sirve la pareidolia?

La percepción facial, no se trata solo de notar la presencia de una cara. También necesitamos reconocer quién es esa persona, y leer la información de su rostro, por ejemplo si nos está poniendo atención, y si es que está feliz o molesto, explica Palmer. 

Una cosa que sabemos con certeza, es que los humanos no son los únicos animales que ven rostros donde no los hay. Un estudio realizado en 2017 y publicado en Current Biology, descubrió que los monos de rhesus (Macaca mulatta) también parecen percibir caras ilusorias en objetos inanimados a través de mecanismos neuronales que también originan la falsa visualización en humanos. 

La habilidad no solo para percibir la forma de las caras, sino además las emociones faciales es extremadamente importante, ya que los rostros pueden revelar las intenciones de quienes las usan.

“Ser bueno al momento de percibir emociones a través de las caras es una ventaja evolutiva, que es importante socialmente. También es relevante al momento de detectar depredadores”, agrega Palmer. 

El sistema cerebral de detección de caras en humanos es un sistema altamente complejo y especializado. Sin embargo, puede cometer errores, y detectar caras donde en realidad no las hay. 

“Las razones de por qué el cerebro humano comete estos “errores perceptuales” no está del todo dilucidada. Una teoría moderna indica que es posible que la pareidolia de caras surja exactamente por esta alta capacidad de los primates para la detección preferente de caras en la naturaleza. En efecto, recientemente se ha comprobado que la pareidolia facial puede surgir en otras especies de primates no humanos, especies con un muy complejo sistema de reconocimiento facial cerebral”, agregó Ruiz 

“De esa forma, es posible que especies primates (y otras especies también) tengan una ventaja evolutiva al poseer una muy alta sensibilidad para detectar caras en el ambiente natural. Esta alta sensibilidad sería evolutivamente mucho más útil que el “costo” de los “falsos positivos”: en este caso, percibir erróneamente caras donde no las hay”, concluyó el especialista. 

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