La psicóloga Ana Barrera presentó la Primera Encuesta Nacional de Salud Mental Universitaria, y sus resultados son preocupantes: un 33,5% de los alumnos presenta síntomas de estrés, un 45,5% de ansiedad y un 46% de depresión. 

Ocurrió hace dos semanas. Estaban de pie, con sus ojos y bocas vendadas, y sus manos sostenían carteles que mostraban mensajes como Estoy chata de llorar antes y después de una evaluación, He pensado seriamente en suicidarme. La protesta de un grupo de alumnos de Arquitectura de la Universidad de Chile no tardó en hacer eco en  las redes sociales, donde abrió una gran discusión sobre la salud mental de los estudiantes chilenos.

Apenas una semana después, el lunes 29 de abril, se publicaron los resultados de la Primera Encuesta Nacional de Salud Mental Universitaria, realizada durante 2018 por Ana Barrera, psicóloga y académica de la Universidad Católica de Temuco. Los preocupantes datos de la encuesta resonaron entre las imágenes de la protesta: un 33,5% de los universitarios presentan síntomas de estrés, un 45,5% síntomas de ansiedad, y un 46% síntomas depresivos. El 29,7%, además, tiene los tres al mismo tiempo.

Ana Barrera, académica de la Universidad Católica de Temuco.

—Los resultados nos muestran que los estudiantes han presentado síntomas que se pueden relacionar a la depresión, a la ansiedad y el estrés, que podrían derivar en trastorno si no son tratados adecuadamente —explica Barrera, de 33 años—. También nos hablan de que hay un estado de malestar físico y emocional asociado a la vivencia universitaria.

Su interés en el tema se remonta a 2011, cuando entró a trabajar en el Servicio de Salud Estudiantil de la Universidad de La Frontera. Allí tuvo su primer contacto con la realidad de los estudiantes chilenos, y notó que los psicólogos que había disponibles no daban abasto ante la alta demanda. Preocupada, entonces, por los casos que veía día a día, decidió enfocar su doctorado al estudio de la salud mental durante la adultez emergente, etapa de transición que va de los 18 a los 29 años. Barrera describe esa etapa como una de exploración de relaciones interpersonales y también de consumo de sustancias. Por ello, recalca la psicóloga, es importante contar con el apoyo del círculo más cercano.

—En Chile, la adultez emergente tiene una característica mucho más colectivista, porque en Estados Unidos, por ejemplo, los jóvenes son más individualistas e independientes de sus padres. Aquí, sin embargo, vemos que ese proceso se da muy paulatinamente, y que para afrontar la universidad los estudiantes necesitan apoyo familiar.

 

“La universidad es un factor desencadenante, que estresa a los jóvenes, pero también ellos tienen responsabilidad, porque no hay una estructura en cuanto a hábitos de estudio, de sueño o de alimentación”, dice la psicóloga Ana Barrera.

 

A fines de 2017, Barrera fue una de las beneficiarias del Concurso de Inserción en la Academia del Programa de Atracción e Inserción (PAI) de CONICYT para desarrollar y aplicar su encuesta de salud mental, que consistió en un cuestionario sociodemográfico que incluía preguntas sobre la ansiedad, la depresión, el estrés, el riesgo suicida, el consumo de sustancias, los problemas de alimentación y sueño. El estudio fue respondido por escrito por 600 alumnos de tres casas de estudio —la Universidad Católica de Temuco, la Universidad de Concepción y la Universidad de Tarapacá—, y arrojó un aumento de casi un 10% en síntomas de estrés, ansiedad y depresión, respecto a estudios anteriores. Barrera cree que, si bien la adultez emergente es una etapa vulnerable a presentar estos tres síntomas, no debe atribuirse toda la culpa a la formación universitaria.

La Primera Encuesta Nacional de Salud Mental Universitaria.

—La universidad es un factor desencadenante, que estresa a los jóvenes, pero también ellos tienen responsabilidad, porque no hay una estructura en cuanto a hábitos de estudio, de sueño o de alimentación. Además, ésta es una generación que no necesariamente pide ayuda psicológica porque, como en esta sociedad los estudiantes están orientados al éxito, muchas veces se asume que hacerlo es un signo de debilidad.

Este estigma se vio reflejado en que un 56% de los encuestados respondió nunca haber solicitado ayuda psicológica. Barrera cree que las universidades no deberían asustarse con estos resultados, ni necesariamente contratar más equipos de psicólogos, sino poner énfasis en acciones para promover la salud mental y el autocuidado, como revisar las cargas académicas de los estudiantes o prestar más apoyo durante periodos críticos, como fines de semestre. La psicóloga, por su parte, pretende generar en el futuro lineamientos comunes de promoción de la salud mental y prevención de sintomatologías en las universidades.

—No podemos abarcar todo, pero sí necesitamos que los estudiantes también participen de estos programas —dice—. No es que la universidad se tenga que hacer cargo de todo: la comunidad universitaria en su totalidad debe formar parte de esto. Y si el entorno social del alumno puede cooperar también, mejor todavía.

 

Texto: José Miguel Martínez