La naturalista inglesa María Graham llegó a Valparaíso en 1822 y permaneció casi un año en el país, anotando en su diario cada detalle que veía: comidas, costumbres, animales, paisajes. Todo eso lo publicó en Diario de mi residencia en Chile en el año 1822, que acaba de reeditarse.

 

Su marido acaba de morir en altamar y el puerto más cercano, su destino, es Valparaíso, a varias millas de distancia. Ella, María Graham, inglesa, escritora de viajes, ilustradora, naturalista, anota en un diario lo que ve y escucha arriba de esa fragata, en la que partió desde Inglaterra con el fin de defender los intereses comerciales británicos. Se detuvieron un tiempo en Brasil y luego, junto a Thomas Graham, su marido, capitán de la marina real inglesa, viajaron rumbo a Valparaíso. Y es en ese viaje cuando él muere, a la altura del Cabo de Hornos, y ella queda sola, sin saber muy bien qué hacer.

El domingo 28 de abril de 1822 llega, finalmente, a Valparaíso y decide enterrarlo ahí, en ese puerto de ese país llamado Chile, que se ha independizado hace poco más de diez años. Lo primero que anota en su diario —que luego publicará bajo el título Diario de mi residencia en Chile en el año 1822— es esto:

Han transcurrido muchos días y aún no tengo la voluntad ni la capacidad para retomar mi diario. Hoy, la novedad del puerto y las circunstancias de nuestra llegada, han logrado que mis pensamientos se interesen por lo que me rodea. Esta madrugada, al aproximarnos a tierra, la vista de los Andes me hizo pensar que no existe nada más glorioso, pues nacen en el mismísimo océano y sus cimas cubiertas de nieve eterna brillan con toda la majestad de la luz.

Ilustración de Valparaíso en 1824

Ilustración de Valparaíso en 1824, realizada por María Graham.

Así empieza este diario, que tiene cerca de 350 páginas y es uno de los registros más importantes de los primeros años de Chile. Es, en estricto rigor, el primer texto sobre el país escrito por una mujer; hay relatos anteriores en los que se abordó el territorio, pero previo a la independencia. Este registro de María Graham logra capturar un país que recién se conforma en su nuevo orden, y en eso reside, quizás, una de sus mayores virtudes: en esas primeras imágenes de Chile, pero también en la mirada que posa sobre ellas. La mirada de una mujer emancipada que hoy se vuelve más contingente que nunca, por lo que urgía una reedición de este volumen descatalogado.

 

María Graham logra capturar un país que recién se conforma, y en eso reside, quizás, una de sus mayores virtudes: en esas primeras imágenes de Chile, pero también en la mirada que posa sobre ellas. La mirada de una mujer emancipada que hoy se vuelve más contingente que nunca.

 

Ahora ha vuelto a librerías, a través del sello Penguin Clásicos de Penguin Random House, con una introducción de la Premio Nacional de Literatura Diamela Eltit, quien anota: “Se puede asegurar que María Graham ‘vivió’ el Chile que escribió. Porque circula entre la configuración de la nación y la destrucción del territorio. Y en estos márgenes escribe un imprescindible libro transhistórico”.

Han pasado casi 200 años desde que se publicó, pero la escritura de María Graham mantiene una vigencia estilística asombrosa. Es un documento histórico excepcional y que le habla a nuestro presente desde un lugar insospechado.

 

Una mirada ecologista

—Lo leí hace unos años y me sorprendió mucho —cuenta Paz Balmaceda, editora de Penguin Clásicos y quien tuvo la idea de reeditar este diario—. Desde que empezamos esta colección con La Araucana, el año pasado, pensé que debíamos reeditar este libro de María Graham. Es increíble la cantidad de referencias a este diario que hay en otras publicaciones. Pero me di cuenta que se le cita mucho más de lo que se lo lee.

A partir de esa idea, Balmaceda empezó a preparar esta nueva edición, que acaba de llegar a librerías. Una nueva vida para un libro en el que Graham describe todo lo que ve cuando se instala en Valparaíso: la forma en que se viste la gente, la comida, las plantas, la geografía, las costumbres y la política, pues era muy amiga de Bernardo O’Higgins y Lord Cochrane, lo que le permitió vincularse con la élite chilena.

Retrato de María Graham

Retrato al óleo de María Graham, 1830.

Después de unos meses en el país, anota:

Se ha dicho comúnmente que San Martín es aficionado a la bebida, no creo que eso sea verdad, pero consume opio y sus exabruptos pasionales son tan frecuentes y violentos que nadie se siente a salvo (…). Es verdad que el despotismo militar es la mayor maldición que una nación puede sufrir, pero no es nunca de larga duración. Cuando se efectúa un cambio, existe la posibilidad de otro, las ataduras de la tiranía se deshacen y el pueblo crece y se educa, un poco rudimentariamente quizás, pero como el conocimiento es poder, en un tiempo no muy distante, se podrá sacudir la tiranía de los gobiernos extranjeros y de los déspotas nacionales y se forzará a los gobernantes a reconocer que fueron elegidos para servir al pueblo y no para que el pueblo los sirva a ellos.

Tiene poco menos de 40 años cuando vive sus días chilenos y sale caminar o a andar a caballo por los alrededores de Valparaíso y Santiago. Recorre el valle central, quiere entender dónde está, qué nombres tienen esas plantas y árboles que llaman su atención. Quiere entender a este país nuevo que vive tiempos de agitaciones políticas. Su curiosidad es incansable y la transmite en cada registro que deja en su diario.

—Es impresionante su escritura, lo contemporánea que puede ser y su preocupación por todo el tema medioambiental, que resulta muy vigente —explica Balmaceda—. Y también es impresionante cómo ella ocupa un lugar, un espacio que como mujer, hace dos siglos, era imposible. Además, piensa en su situación: su valentía de arrendar una casa en Valparaíso, recién viuda, y vivir esta aventura. Es muy notable porque ocupa un espacio en los círculos políticos que están configurando la independencia de Chile, y escribe sobre todo eso desde la mirada de una mujer inglesa. Eso es importante.

 

“Es impresionante lo contemporánea que es su escritura y su preocupación por el tema medioambiental. Ocupa un espacio en los círculos políticos que están configurando la independencia, y escribe sobre todo eso desde la mirada de una mujer inglesa”, dice Paz Balmaceda, editora de Penguin Clásicos.

 

Como no podía ser de otra forma, tratándose de Chile, cuando ya se está acabando el año 1822, en un viaje por Quintero donde Graham se queda en una casa que tiene Lord Cochrane, una noche de noviembre, poco antes de acostarse, oye un ruido que no entiende de dónde viene. Es un ruido y luego es un movimiento y luego un remezón: un terremoto que se hace eterno por tres minutos:

Jamás olvidaré la horrible sensación de aquella noche. Todas las otras convulsiones de la naturaleza nos dan la idea de que podemos hacer algo para evitar o mitigar el peligro, pero no hay refugio o escape de un temblor: la ‘loca agitación’ (Lord Byron, ‘Darkness’) que remueve cada corazón, y se muestra en cada mirada, me parece tan horrible como puede llegar a ser el día último del juicio…

María Graham, "Laguna de Aculeo", 1822

La Laguna de Aculeo, dibujada por María Graham en sus viajes por Chile.

La última parte del diario se centra en la reconstrucción tras ese terremoto que devastó a la zona centro de Chile. Anota cada réplica, que le parecen una cosa de no creer.

—La descripción que hace del paisaje, de los lugares, es algo que hoy se lee de otra manera. O sea, me parece casi dramático desde la mirada de hoy, leer todo su amor por la naturaleza y por la geografía y el medioambiente en medio de esta crisis ecológica que vivimos. Cuando uno lee los fragmentos que le dedica a Quintero, un lugar prácticamente virgen, es imposible no pensar en lo que se convirtió ese territorio: una zona de sacrificio, una masacre ecológica. En ese sentido, es impresionante su testimonio y su mirada y su valor sobre la naturaleza y sobre cómo estas ciudades incipientes convivían con esos espacios —concluye Balmaceda.

Ya cuando acaba el año, la tierra sigue sacudiéndose y María Graham entiende que debe volver a zarpar. Va a viajar antes a Juan Fernández y luego cruzará, una vez más, el Cabo de Hornos. Pero antes, en medio de esos días terremoteados, va a anotar en el diario, quizá como una forma de despedida:

Hay un verdadero entusiasmo en las personas de Sudamérica. Son ignorantes, oprimidos y, quizás, naturalmente indolentes y tímidos. Pero el grito de independencia ha avanzado. La estrella de la libertad ha aparecido en el horizonte y no se eclipsará por orden de España, ni será acallada por los hasta ahora poderosos talismanes de autoridad realista (…) Quizá pasará un largo tiempo antes de que estos estados se consoliden (…) pero nunca más el cetro de hierro de la madre patria volverá a blandirse sobre estas tierras.  

 

Texto: Diego Zúñiga