Un equipo científico chileno creó un software para fortalecer el léxico y mejorar la comprensión lectora en los niños, un área en la que el país presenta bajos niveles.

 

Poder decodificar fonemas —saber leer— no implica necesariamente entender el mensaje. Por eso, los bajos resultados en pruebas de comprensión lectora son un problema que preocupa a los especialistas en nuestro país: según el último estudio al respecto de la Organización para el Desarrollo y Cooperación Económicos (OCDE), elaborado en 2016, un 53% de los adultos en Chile tendría un nivel de desempeño bajo en comprensión lectora, una cifra muy superior al 19% promedio que presentan los 34 países que conforman este organismo.

—Es muy grave que más de la mitad de la gente no entienda lo que está leyendo —asegura Marcela Peña, doctora en Ciencias Cognitivas y Psicolingüísticas, y académica de la Escuela de Psicología de la Pontificia Universidad Católica de Chile—. Y lo más grave es que el sistema no lo está solucionando.

Marcela Peña, doctora en Ciencias Cognitivas y Psicolingüísticas y creadora del software.

La agencia de las Naciones Unidas en temas de educación, ciencia y cultura (UNESCO) reportó que hay 17 millones de niños y niñas en el mundo que, pese a estar recibiendo educación formal, no entienden lo que leen. Según Peña, esto se debe, en parte, a que no existe un método estandarizado mundial para desarrollar la comprensión lectora, como sí lo hay para la decodificación de los fonemas.

Por eso, junto a un equipo multidisciplinario, la científica ha estado desarrollando una herramienta para ayudar a combatir el problema: una aplicación psicolingüística gratuita para tablets, diseñada para niños de dos a cinco años que, que a través de una serie de juegos les fomenta el desarrollo de una mejor comprensión lectora.

—Si a un niño pequeño se le enseñan más palabras, tiene una mayor chance de entender lo que le dicen y también una mayor facilidad para expresarse —explica la investigadora—. Una vez que obtiene ese vocabulario, eso impacta directamente en su capacidad de lectura.

El software, que  aún no tiene un nombre definido y está en etapa de pruebas, fue desarrollado por investigadores del Laboratorio de Neurociencias Cognitivas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, junto con un equipo de ingenieros de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Concepción. Su interfaz, cuenta Peña, permite acceder a distintos juegos diseñados para desarrollar el léxico, guiados por una educadora de párvulos grabada en video, la cual va enseñando las palabras e interactuando con los usuarios para que las asocien con fotografías en la pantalla. Según la edad, los contenidos cambian: desde el aprendizaje de letras y fonemas, en el caso de los niños más pequeños, hasta adverbios y verbos.

—Si tomamos los problemas de lectura de los niños más pequeños y vemos qué porcentaje de ellos son biológicos, como la dislexia, en Chile sería cercano al 10%. El resto corresponde solo a temas de aprendizaje —explica Peña.

El equipo de investigación lleva dos años estudiando los efectos del software —en colaboración con el Servicio de Salud Metropolitano Sur Oriente, y las municipalidades de Santiago y La Florida—, luego de obtener financiamiento del Concurso de Investigación Tecnológica del Programa Fondef. Eligieron al azar jardines infantiles de algunos sectores vulnerables de Santiago, en las comunas de La Granja y Puente Alto, y, en total, participaron alrededor 300 niños y niñas. En ellos se armaron dos grupos: uno que ocupó la aplicación durante el año escolar y otro que no la usó, cumpliendo la función de grupo control.

 

“Si a un niño pequeño se le enseñan más palabras, tiene una mayor chance de entender lo que le dicen y también una mayor facilidad para expresarse. Una vez que obtiene ese vocabulario, eso impacta directamente en su capacidad de lectura”, dice Marcela Peña.

 

Los resultados, cuenta la investigadora, fueron alentadores: la exposición al juego generó diferencias notorias en los niños que lo utilizaron, presentando mejoras en el habla, la producción de frases y comprensión de vocabulario. Cinco meses después de dejar de jugar con la aplicación, los niños se acordaban del 60% de lo que habían aprendido, lo que implica adquisición de conocimiento duradero.

—Las educadoras de párvulos que acompañaron a los niños mientras jugaban, señalaron muy buenos efectos —cuenta Peña—. Los padres también, lo que es súper importante, porque no sirve de mucho crear algo como esto, si las personas que tratan diariamente con los niños no ven los resultados.

El próximo paso, explica la investigadora de la PUC, es desarrollar una versión del software que permita que varios niños jueguen a la vez. A futuro, la aplicación se podrá descargar de forma gratuita, para el uso de todos los jardines de Chile.

 

Texto: Natalia Correa