El concurso “Chile secuencia a Chile” permitió a 86 estudiantes secuenciar el genoma de un chanchito de tierra, además de ser los coautores del paper que se publicará con los resultados.

A mediados del año pasado, casi un centenar de estudiantes salieron por calles y jardines de todo el país con una misión: encontrar un chanchito de tierra. El objetivo era secuenciar su genoma por primera vez en una sala de clases. La propuesta, inédita en el mundo, fue parte del concurso escolar “Chile secuencia a Chile”, organizado por el proyecto 1000 Genomas, una iniciativa liderada por el biólogo Miguel Allende, que busca secuenciar, de aquí a 2022, los genomas de mil chilenos y mil especies no humanas, como animales, vegetales y microorganismos. Todo eso para crear una especie de arca de Noé digital, que servirá como biblioteca gratuita para todos los investigadores que tengan preguntas para hacerles a los genes.

Para realizar la actividad, se seleccionaron a diez equipos de colegios de todo el país –entre 65 candidatos—, cada uno compuesto por entre tres y diez integrantes, de segundo a cuarto medio. En total, 86 participantes, de los cuales más de la mitad correspondieron a alumnas mujeres. De esa forma, se buscaba que los estudiantes interesados en la ciencia pudieran entender mejor de qué se trata la genómica, una tecnología que en los últimos años se ha vuelto cada vez más accesible, al punto de que ya es posible practicarla fuera de los laboratorios. “Ya no hay una cuestión prohibitiva de costo o metodología”, dice Miguel Allende, también director del Centro Fondap de Regulación del Genoma. “Pronto, en cualquier parte del mundo se va a empezar a secuenciar no solo a los organismos sino a las personas y, por lo tanto, es importante educar respecto a qué significa”.

Uno de los Armadillidium que fueron secuenciados en las salas de clases.

Los colegios seleccionados para secuenciar al chanchito de tierra —cinco municipales, tres subvencionados y dos particulares— fueron el Complejo Educacional Toconao de Antofagasta; el Amazing Grace English School de La Serena; el Instituto Comercial Marítimo Pacífico Sur de San Antonio; el Instituto Nacional; el Colegio La Girouette; el Liceo San Agustín de Concepción; el Colegio Instituto Victoria; el Liceo de Excelencia Altamira de Panguipulli; el Colegio Cahuala Insular de Chiloé y el Liceo Altos del Mackay de Coyhaique.

Una vez que cada equipo recolectó su chanchito de tierra, científicamente conocido como Armadillidium, fueron clasificados según su especie —había cinco distintas— y los investigadores de 1000 Genomas prepararon las muestras de ADN. El 23 de agosto fue el día elegido para la secuenciación de este crustáceo isópodo, cuyo genoma es casi tan complejo como el nuestro. No se necesitaron grandes equipos, sino un dispositivo llamado MinION, de la firma Oxford Nanopore Technologies, que mide sólo diez centímetros, pesa menos de 90 gramos y tiene conexión USB, por lo que los jóvenes pudieron ver el proceso en tiempo real.

Durante la actividad, cada equipo contó con la guía de dos estudiantes de doctorado, pertenecientes a los centros de investigación que participan del proyecto 1000 Genomas: los centros Fondap de Regulación del Genoma; de Gerociencia, Salud y Metabolismo (GERO); y Avanzado de Enfermedades Crónicas (ACCDIS). También participan el Instituto Milenio de Biología Integrativa y el Centro Basal de Modelamiento Matemático. 

 

“Ya no hay una cuestión prohibitiva de costo o metodología. Pronto, en cualquier parte del mundo se va a empezar a secuenciar no solo a los organismos sino a las personas y, por lo tanto, es importante educar respecto a qué significa”, dice el biólogo molecular Miguel Allende.

 

Mientras los datos de la secuenciación se iban generando en la pantalla, los jóvenes recibieron talleres sobre los secretos del ADN: aprendieron sobre cuáles son las mejores estrategias para leerlo correctamente, cómo secuenciarlo y las distintas formas en que éste determina las características de todos los seres vivos. Al día siguiente, cuando los resultados de las cinco especies distintas estuvieron listos, fueron compartidos en una ceremonia encabezada por Miguel Allende, que se transmitió por streaming en todos los colegios. “Es una idea innovadora a nivel nacional que va a dar el puntapié para siguientes proyectos”, dice Ricardo Torres, alumno del Colegio Cahuala de Castro y participante de la iniciativa. “Me parece súper bueno que esto se practique a nivel escolar y me siento privilegiado, porque es una experiencia que va a ser significativa para mi futuro profesional”.

Los estudiantes utilizaron dispositivos MinION, unos secuenciadores portables que pesan apenas 90 gramos y tienen conexión USB.

Actualmente, el equipo de científicos de 1000 Genomas está realizando nuevas rondas de secuenciación para terminar de ensamblar el genoma del chanchito de tierra y poder publicar todos sus datos en bases de acceso público. Además, están escribiendo un paper con los resultados de la investigación, que se publicará en Biological Research, la revista oficial de la Sociedad de Biología de Chile. Los jóvenes secuenciadores aparecerán como coautores. “El paper se va a focalizar en lo que significa que personas que no tienen preparación científica puedan generar datos originales”, dice Miguel Allende, director del proyecto. “Hoy, gracias a tecnologías sencillas, están en condiciones de hacer genómica de avanzada”. Durante el proceso, los docentes destacaron el impacto que significó para sus alumnos, muchos de ellos de regiones alejadas de los principales focos científicos del país. Mabel Codocedo, profesora del Complejo Educacional Toconao de San Pedro de Atacama, señaló que la iniciativa los impulsó a seguir participando de actividades científicas. “Les sirve para desarrollar otro tipo de razonamiento, para ser más críticos y, al entusiasmarse con la ciencia, optar por este tipo de carreras”, agregó. Sus alumnos, comentaron varios docentes, son parte de una generación que seguirá descubriendo las potencialidades de la genética y que, al mismo tiempo, deberá resolver los dilemas éticos que implica, sobre todo en el área de la salud.

 

“Es una idea innovadora que va a ser el puntapié para siguientes proyectos. Me siento privilegiado, porque es una experiencia significativa para mi futuro profesional”, dijo Ricardo Torres, alumno del Colegio Cahuala de Castro.

 

Para la próxima edición del concurso “Chile secuencia Chile” —cuyo periodo de postulación permanecerá abierto hasta el lunes 1 de julio, a través de la página de 1000 Genomas— se eligió otro grupo de insectos presente en todo el país, cuyo genoma también es desconocido: los dermápteros, popularmente conocidos como “tijeretas”. Será otra oportunidad para que los jóvenes chilenos puedan descubrir que la genética y sus secretos están cada vez más cerca de nosotros. El biólogo molecular Miguel Allende lo resume así: “Quizás nuestro mayor logro fue que los estudiantes se dieran cuenta de que el ADN es microscópico, insondable y misterioso, pero ahora podemos mirarlo con todo el detalle que nos plazca”.