La climatóloga Maisa Rojas es una de las personas que más sabe sobre cambio climático en nuestro país y será la encargada de coordinar a los científicos de la COP25, la cumbre mundial del tema que se realizará en Chile en diciembre.

Es el pasado lo que quiere entender, en el sentido más profundo de la palabra: lo que sucedió en la Tierra en los últimos 25 mil años. En particular, la forma en que fue evolucionando el clima en ese enorme período y, junto a él, todas las criaturas que habitaron el planeta. Entendiendo cómo sucedió eso, cree la climatóloga Maisa Rojas, de 42 años, podríamos saber qué tipo de clima vamos a enfrentar en el futuro, o, más bien, qué deberíamos hacer hoy para que ese futuro no sea dramático.

—Leyendo y entendiendo esos datos, te das cuenta de que en los últimos cincuenta años hemos perturbado los ciclos del clima significativamente —dice la investigadora, al teléfono, agitada mientras corre entre una reunión y otra—. Lo hemos hecho a tal punto que pusimos en riesgo el buen funcionamiento que sustenta la vida.

La falta de tiempo es algo a lo que se ha tenido que acostumbrar, desde que asumió el rol de coordinadora de las mesas científicas de la COP25, la gran reunión anual de la ONU para impulsar políticas de protección del medio ambiente, que este año se realizará en Chile entre el 2 y 13 de diciembre y pondrá al país en el primer plano de las discusiones sobre cómo lograr que la vida siga siendo sustentable en el planeta. Un mes atrás, el informe más importante en una década sobre biodiversidad en la Tierra —elaborado por 550 expertos mundiales para la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, IPBES—, hizo sonar las alarmas: en este momento, cerca de un millón de especies están en peligro de extinción. El cambio climático fue señalado como una de las grandes causas.

La investigadora Maisa Rojas, doctora en Física de la Atmósfera de la Universidad de Oxford, empezó a investigar sobre el tema hace más de dos décadas, y hoy, como directora del Centro Fondap de Ciencia del Clima y Resiliencia de la Universidad de Chile (CR2), analiza y propone medidas para que la Tierra siga siendo un buen lugar para vivir. Además, fue la única científica elegida para ser parte del Consejo Presidencial para la Planificación y Desarrollo de la COP25 en Chile, un grupo de 27 asesores formado por expresidentes, parlamentarios, ministros y miembros de la sociedad civil, que contribuirá al lineamiento de políticas públicas contra el cambio climático. El momento para actuar, dice, es ahora, y requiere de cambios a nivel social y político.

—Hace un mes, el informe de IPBES anunció que casi un millón de especies están en peligro de extinción. ¿Cómo incide en eso el cambio climático?

—Es uno de los responsables. Ese informe es muy impactante porque te das cuenta de que los seres humanos estamos afectando a la vida por cómo manejamos nuestro planeta, y nos estamos afectando directamente, a través del cambio climático.

¿Se puede frenar esta amenaza sin cambiar nuestra forma de vida?

—Yo estoy convencida de que no. Ahí está el meollo del asunto: el cambio climático es un síntoma del modelo económico. Lo que estamos viendo hoy es una crisis global de funcionamiento, consecuencia de nuestro modelo económico y político que es de explotación, conquista y competencia. Entender eso es crucial porque, de otra forma, las soluciones que pensemos respecto a esto seguirán siendo más de lo mismo.

 

“Las consecuencias van a ser cada vez más costosas para la Tierra, en particular para los más vulnerables. Tenemos que aumentar nuestras ambiciones y empezar las transformaciones lo antes posible, para limitar los impactos“.

 

—¿Cuáles serían las soluciones correctas?

—En simple, hay que dejar de emitir gases invernaderos. Prácticamente toda nuestra actividad los emite, pero en particular nuestra matriz energética. Tenemos que dejar de quemar combustibles fósiles y desarrollar energías renovables no convencionales. Con eso limitaríamos el calentamiento global y habrían múltiples beneficios para la salud: una planta solar no genera contaminación sobre la ciudad; cambiar el auto de combustión a uno eléctrico crea una ciudad más amable, menos ruidosa. Así, uno se da cuenta que las transformaciones para limitar esto van a tener consecuencias beneficiosas para el planeta y también para los objetivos que tenemos como humanidad.

—¿Qué ocurrirá si no tomamos esas medidas?

—La extinción de especies es muy grave, pero nosotros como seres humanos no nos vamos a extinguir. Sin embargo, las consecuencias van a ser cada vez más costosas para la Tierra, en particular para los más vulnerables. Tenemos que aumentar nuestras ambiciones y empezar las transformaciones lo antes posible, para limitar los impactos.

 

“Lo que hace esta cumbre es poner el tema en el debate público. Tiene el potencial de activar a la sociedad para discutir y reflexionar. El desafío de activar a la ciudadanía es fundamental, porque todos tienen que ser parte de la solución”.

 

En diciembre recibiremos a la COP25, la cumbre sobre cambio climático más importante en el mundo. ¿Qué tan relevante es para Chile organizarla?

—Lo que hace esta cumbre es poner el tema en el debate público. Si no existiera, la discusión estaría mucho más blindada: estaría menos en los diarios, en los documentales. Tiene el potencial de activar a la sociedad para discutir y reflexionar. En ese sentido, el desafío de activar a la ciudadanía es fundamental, porque todos tienen que ser parte de la solución: por un lado con cambios de hábitos, pero también obligando a los gobiernos a que tomen decisiones. Hoy la cumbre funciona como catalizador de cambios.

¿Ves a los jóvenes chilenos involucrados con este problema? 

Hemos visto en los últimos años cómo los jóvenes han entrado como un actor insospechadamente potente. Ellos serán quienes estén vivos cuando existan más consecuencias. En Chile es muy claro que es una cosa generacional: a medida que la gente es más joven hay más preocupación sobre el tema. Pero ahora hay que ver qué tan efectivos pueden ser y qué tan consecuentes. Porque preocuparse por el cambio climático implica un cambio importante, sobre todo en nuestro estilo de vida.

 

Texto: Carolina Sánchez