Un estudio chileno demostró que los atracones de alcohol en la adolescencia podrían generar problemas en el cerebro adulto. El bioquímico Rodrigo Quintanilla, líder de la investigación, asegura que el país debe tomar medidas para concientizar a los más jóvenes.

 

Está demostrado que el exceso de alcohol es un gran enemigo del cerebro, sobre todo si se trata de un cerebro adolescente, aún en etapa de maduración. El problema es que ese período es justamente uno de los que suele presentar peores hábitos de consumo. Preocupados por los posibles efectos a largo plazo —sobre los cuales aún hay pocas certezas—, un grupo de neurobiólogos chilenos estudiaron los efectos de altas dosis de alcohol etílico en un grupo de roedores jóvenes. Lo que buscaban era investigar en el laboratorio lo que cada fin de semana ocurre en todo el país: la dinámica nocturna en que grupos de adolescentes consumen alcohol “en atracones”, es decir, al menos cinco bebidas en un período corto de tiempo.

El estudio, que fue publicado a principios de año en la prestigiosa revista Neuroscience, fue parte de un proyecto Anillo —financiado por CONICYT a través de su Programa de Investigación Asociativa— que durante tres años reunió a científicos de la Universidad Autónoma de Chile, la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación y de la Pontificia Universidad Católica de Chile. El doctor en Ciencias Biomédicas Rodrigo Quintanilla, quien lideró la investigación, asegura que pese a que Chile tiene un récord en consumo de alcohol no existen campañas fuertes de concientización: según cifras de la Organización Mundial de la Salud, los chilenos consumen 9,3 litros de alcohol puro per cápita, lo que los pone por encima de toda Latinoamérica.

El investigador Rodrigo Quintanilla, doctor en Ciencias Biomédicas (Foto principal: Roman Synkevych).

Los más perjudicados, señala, son justamente los adolescentes, ya que comienzan a consumirlo a una edad muy temprana, justo cuando su cerebro está en proceso de maduración de sus redes neuronales. Eso los vuelve especialmente vulnerables. Por eso, como parte del proyecto, que terminó a fines del año pasado, el equipo visitó varios colegios en La Florida y La Pintana, y dio charlas para concientizar a los jóvenes sobre los resultados que habían descubierto en el laboratorio: que el daño cerebral provocado por el alcohol se produce sobre todo a nivel de las mitocondrias —las encargadas de producir la energía de todas las células—, y que eso podría tener implicancias en el desarrollo de la memoria y el aprendizaje. Este daño, sin embargo, no es visible a corto plazo.

—Uno podría esperar una respuesta inmediata— dice Quintanilla, de 45 años, investigador de la Universidad Autónoma de Chile—, pero para nuestra sorpresa no fue así. En el caso de los roedores estudiados, sus cerebros se las ingeniaban para reparar los daños cuando eran adolescentes, pero cuando estudiabas a esos mismos animales en su época adulta, se producían mecanismos como la neuroinflamación y la difusión mitocondrial, que es cuando el cerebro tiene menos capacidad de defenderse del estrés oxidativo, genera menos energía y, por lo tanto, las neuronas tienen dificultad para comunicarse. Eso es muy importante, porque quiere decir que el consumo de alcohol puede generar un daño que permanece silente durante mucho tiempo, pero que puede manifestarse en la etapa adulta.

—¿Cuál dirías que es el mayor mito con respecto al alcohol?

—Cuando los adolescentes consumen alcohol en la modalidad de atracón se emborrachan, pero al otro día se recuperan. En general, el asunto no pasa más allá de un dolor de cabeza. Es esa sensación de sentirse invencibles, de que puedes tomar y al otro día estar bien, la que les hace creer que el alcohol no les está produciendo mayor daño.

 

“Muchos niños empiezan a consumir alcohol a los 12 años y de manera activa hasta los 15. No tienen buenos ejemplos y viven en una sociedad en la que está avalado por la publicidad que tomar alcohol es cool. Nos encontramos muchos niños con la necesidad de que alguien les comentara sus efectos negativos”.

 

—¿Qué descubrieron en las visitas a los colegios?

—Nos dimos cuenta de que muchos niños empezaban a consumir alcohol a los 12 u 11 años y de manera activa hasta los 15. Algunos de ellos no tienen buenos ejemplos, a veces sus hogares no están bien establecidos y viven en una sociedad en la que está avalado por la publicidad que tomar alcohol es cool. Nos encontramos muchos niños con la necesidad de que alguien les comentara sus efectos negativos.

—¿Qué se está haciendo en Chile para concientizar a los jóvenes?

—Hasta donde nosotros sabemos, son muy pocos los esfuerzos para minimizar el consumo de alcohol en adolescentes. En países como Alemania y Estados Unidos existen regulaciones para la publicidad de alcohol durante el día. Aquí te puedes pillar a las tres de la tarde un comercial de un supermercado de vinos y cerveza, que es la bebida alcohólica que los adolescentes consumen primero. En Chile los niños están a merced de la publicidad.

—¿Qué rol crees que deberían cumplir los colegios?

—Los colegios son el primer frente de batalla, pero pocas son las iniciativas que llegan para que los estudiantes puedan tener conocimiento de los peligros del consumo de alcohol. Ese tipo de temas no se discuten y los adolescentes no están conscientes. Por eso, en nuestras visitas éramos bien enfáticos en mostrar las problemáticas de su consumo a largo plazo.

 

Texto: Rafaela Lahore