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El inédito experimento de un machi que reaviva el vínculo entre las ciencias y los saberes tradicionales

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  • 5 Julio, 2019

¿Qué ha hecho que dos formas de saberes, que por siglos han transitado caminos paralelos, hoy se unan en investigaciones valoradas por el mundo universitario y científico? La crisis socioecológica global parece estar juntando lo que antes era impensado.

Es una autoridad espiritual mapuche y buscó evaluar científicamente los efectos de su kultrún o tambor ceremonial en la germinación de semillas de arveja.

La investigación inédita la realizó el machi Patricio Catril Millanao para titularse como ingeniero agrónomo de la Universidad La Frontera (UFRO), en Temuco, en marzo de este año y se transformó en un símbolo de cómo los saberes locales y tradicionales del pueblo mapuche están contribuyendo al desarrollo de las ciencias y nuevas formas de conocimiento, en la Región de la Araucanía.

“En un principio nos planteamos muchas temáticas de investigación, pero debía ser una que tuviera pertinencia e identidad. No podía dejar de lado lo que soy y esta fue la más acorde. Jamás un machi había hecho una investigación así y había podido demostrar algo así utilizando el método científico”, expresó Catril luego de enterarse que se había convertido en ingeniero.

La incursión del joven de la pequeña localidad de Boroa se diseminó rápidamente por las redes sociales. Ni Catril, ni el doctor en ciencias agrarias, Jaime Guerrero –quien fue el profesor guía de la investigación científica– imaginaron el revuelo que generaría la tesis. Pese a la novedad, Guerrero cuenta que acogió el experimento como algo natural. “Era fantástico tener la oportunidad de ver si una creencia cultural podía vincularse con la ciencia…”, agrega.

El antropólogo mapuche de la Universidad Católica de Temuco, Wladimir Painemal, dice que hoy menciona como ejemplo la experiencia del machi de Nueva Imperial en sus charlas de interculturalidad y considera un valioso aporte en la integración de la cosmovisión mapuche con la academia.

“El tema de los saberes tradicionales, lo que esconden en realidad, es una visión científica que los pueblos originarios tienen sobre su entorno, de la realidad en la cual han vivido por miles de años…”, explica Painemal, quien trabajó con UNESCO y UNICEF en temas de interculturalidad y asegura que es una incursión que avanza alineadamente con una tendencia mundial.

Además, el experto en derecho indígena considera que la manera de generar conocimiento del pueblo mapuche tiene una característica valiosa para los acelerados tiempos actuales: la capacidad de observar en extensos periodos de tiempo y transmitir la información generacionalmente.

“Es una visión científica en la medida en que esos saberes se recogieron por medio de observaciones de largo plazo. Se puede homologar un poco al proceso de observación científica, obviando probablemente la forma que tiene el modelo científico para llegar a su resultado”, describe el antropólogo y añade que “es una propuesta que nace a partir del tiempo; el tiempo va condensando ciertos conocimientos acerca del entorno”.

¿Qué ha hecho que dos formas de saberes, que por siglos transitaron camino paralelos, hoy se unan en proyectos e investigaciones valoradas por el mundo universitario y científico? La crisis socioecológica global parece juntar lo que antes era impensado.

A partir de la Revolución Científica del siglo XVII, las ciencias habrían dado un vuelco, abandonando la visión holística derivada del origen aristotélico del conocimiento para desarrollar una vertiente más “reduccionista”, explica José Tomás Ibarra, doctor en filosofía de la Universidad British Columbia de Canadá y hoy investigador del Centro UC Desarrollo Local. Este hecho habría sido crucial: “(en ese época) se establece una mirada más atomicista, más preocupada de las partes que del todo”.

Ibarra –quien también es ingeniero agrónomo– se enteró de la tesis de Catril y, aunque no conoce en profundidad la investigación, observa con interés lo planteado en ella. Reconoce como un pilar fundamental la incorporación de nuevas metodología y la aplicación de conocimientos que durante cientos de años se mantuvieron relegados de la academia.

“La aproximación del conocimiento tradicional o local es integrativa, es holística y, en ese contexto, también es muy valiosa para solucionar problemas que son complejos… es necesaria para resolver problemáticas como la pérdida de suelo, el calentamiento global, la sequía o la pérdida de conocimiento”, detalla el académico, quien en la actualidad se vincula con campesinos y habitantes mapuches del territorio en gran parte de sus investigaciones.

“La aproximación del conocimiento tradicional o local es integrativa, es holística y, en ese contexto, también es muy valiosa para solucionar problemas que son complejos… es necesaria para resolver problemáticas como la pérdida de suelo, el calentamiento global, la sequía o la pérdida de conocimiento

 

El experimento

La pregunta guía de la tesis fue: ¿Tiene la música del kultrún efectos positivos en la germinación y acumulación de biomasa en semillas de arveja (Pisum sativum)?

El kultrún es un instrumento de percusión ceremonial mapuche empleado por un machi que tiene una significación espiritual. Es utilizado tradicionalmente para la sanación de personas enfermas, territorios y plantas.

Catril seleccionó grupos de semillas y las dispuso en distintos sitios, algunas en su lof en Boroa y otras en el laboratorio de fitopatología. En ambos lugares sometió algunas semillas a la música del kultrún y otras las mantuvo en tratamiento control.

“Utilizamos el kultrún con tratamientos repetidos, aplicamos el método científico… medimos cosas muy sencillas como la germinación y la acumulación de biomasa…”, cuenta Guerrero, quien supervisó íntegramente el proceso.

Al revisar los resultados, el profesor guía de la investigación de Catril se llevó una sorpresa.

“Procesamos los datos, vimos los números e hicimos un análisis estadístico y salieron algunos resultados significativos en algunos casos, en otros no… las semillas que fueron sometidas a música del kultrún tenían mayor crecimiento, mejor color, mayor tamaño, en forma estadística, menos hongos y eso se repetía…”, contó Guerrero.

Si bien los resultados de este trabajo no son concluyentes, uno de los aspectos más destacables de esta investigación exploratoria, es el hecho de que se buscó vincular saberes tradicionales del pueblo mapuche con metodologías propias de las ciencias experimentales.

 

La crisis ambiental y la interculturalidad como respuesta

María Lara Millapán es mapuche y seguidora de las tradiciones ancestrales de su pueblo; también es doctora en didáctica de la lengua y literatura de la Universidad Autónoma de Barcelona y se desempeña como investigadora de la Pontificia Universidad Católica, en Villarrica. Conoce a fondo la academia, entiende que los pueblos originarios también hacen ciencias, destaca el trabajo de Catril y sabe que la cosmovisión mapuche hoy contiene claves fundamentales para la crisis ambiental que atraviesa el ser humano.

“Hay muchos elementos que hoy se están validando y que nosotros como pueblo mapuche y otras culturas originarias ya la veníamos desarrollando desde hace miles de años, por ejemplo, el concepto de sustentabilidad”, explica.

Recuerda cómo su tío abuelo plantaba árboles de los cuales jamás vería madurar sus frutos, pero lo hacía para las generaciones venideras; este hecho constituye para ella un ejemplo del conocimiento o kimün mapuche y su relación con la tierra o ñukemapu.

Las palabras de Lara cobran aún más sentido al revisar cifras. Según datos de la FAO, los pueblos originarios representan el 5% de la población mundial y sus territorios tradicionales comprenden cerca del 22% de la superficie terrestre, pero en sus tierras se alberga cerca del 80% de la biodiversidad del planeta.

Frente a la actual crisis socioambiental, Painemal e Ibarra coinciden con que este es el momento en que ciencias y saberes locales y tradicionales deben complementarse.

“Como dijo Einstein, no vamos a resolver nuestros problemas de la misma forma en que los hemos generado, necesitamos cambios de paradigmas y el cambio de paradigma es entender que existen distintas formas de conocer, de practicar, de creer, y para resolver los problemas necesitamos distintas miradas aunque sea difícil transitar ese camino”, agrega Ibarra casi al final de su entrevista.

“Los saberes de los pueblos indígenas pueden dar una respuesta respecto de situaciones que nos hacen ver el futuro muy pesimista, como si estuviésemos ad portas del fin del mundo…”

Para Painemal, La Araucanía es un territorio vasto para seguir vinculando la ciencias con el conocimiento ancestral y, al momento de establecer cuál es el mayor aporte que puede salir de esta conjugación, es claro: “Los saberes de los pueblos indígenas pueden dar una respuesta respecto de situaciones que nos hacen ver el futuro muy pesimista, como si estuviésemos ad portas del fin del mundo… los pueblos indígenas vieron que el mundo se les terminó, han vivido una catástrofe y ahí hay una experiencia de cómo un mundo se acaba y qué mejor que recoger esa sabiduría que quedó impregnada de esa pérdida del mundo con lo que hoy está ocurriendo también, porque los pueblos indígenas lograron sobrevivir…”

Mientras tanto, Jaime Guerrero no esconde su orgullo de haber guiado esta tesis y dice sentir que es un “honor” para su carrera como profesor. Es consciente de que lo vivido con Catril es solo un primer paso exploratorio para un nuevo camino de observación de la realidad.

Texto: Christian Borgeaud Salazar

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