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Mg. Néstor G. D. Rojas Arias: “Nuestro trabajo y deber como científicas y científicos es conservar, transmitir y fortalecer el conocimiento ancestral”

nestor
  • 14 Enero, 2021

En entrevista, el arqueólogo conversó acerca de la importancia del fortalecimiento de la identidad regional, de las riquezas que posee la Región de Antofagasta, y del rol que tienen los investigadores en el resguardo del conocimiento de los pueblos originarios.

Algo que destaca a Néstor G. D. Rojas Arias, arqueólogo y magíster en antropología, es su gran motivación y disposición para transmitir el conocimiento de sus investigaciones a la comunidad. Destaca su participación como expositor en la iniciativa “Laboratorio al aire libre”, que en enero de 2021 realizó de manera online el PAR Explora Antofagasta, del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, ejecutado por la Universidad Católica del Norte (UCN). En esa ocasión, el científico dictó la charla denominada “Arqueología desde la costa al altiplano”.

En entrevista con el PAR Explora Antofagasta, Néstor G. D. Rojas Arias, quien además es estudiante del programa de Doctorado en Antropología (UCN/UTA), conversó acerca de la importancia del fortalecimiento de la identidad regional, de las riquezas arqueológicas que posee la Región de Antofagasta, y del rol que tienen los investigadores en el resguardo del conocimiento de los pueblos originarios.

—¿Por qué es relevante transmitir y fortalecer la identidad y el empoderamiento del territorio regional, teniendo en cuenta que la Región de Antofagasta es considerada un laboratorio natural?

—La identidad cultural corresponde a un cúmulo de expresiones, creencias, valores y tradiciones que integran y cohesionan social y culturalmente a un grupo humano. Se trata de la imagen que un conjunto de personas determinadas tiene sobre sí misma y que los distingue de otros conjuntos de gente. La identidad otorga un sentido de pertenencia a los integrantes de estos grupos, y la pertenencia entrega la sensación de ser miembro de algo mayor, de una comunidad, de un territorio, de sitios vívidos y significantes. Asimismo, satisface una serie de necesidades básicas para los seres humanos, tales como la seguridad, el bienestar, el vínculo afectivo y de origen, el sentido de subsistencia y trascendencia en el tiempo, así como los valores de arraigo.

—¿Por qué es importante el estudio de los pueblos originarios y su pasado?

—Estos sentimientos de identidad, de pertenencia y empoderamiento han ocurrido tanto en el pasado como en el presente, y creo que justamente a partir de la extrapolación desde el pasado de los elementos que la conforman, es donde radica su relevancia. Es decir, las experiencias de nuestros antecesores nos otorgan directrices para enfrentar de mejor forma nuestro presente y futuro. Estas directrices se recuperan estudiando y comprendiendo los procesos humanos pasados insertos en este gran laboratorio natural y cultural, que configura un segmento importante del desierto de Atacama. Es en este laboratorio donde yacen las huellas y las evidencias materiales de estos procesos. Nuestro trabajo y deber como científicas y científicos es conservar, trasmitir y fortalecer el conocimiento ancestral, legado por los grupos originarios y actuales.

—¿Qué tiene de especial la Región de Antofagasta para el estudio de la arqueología?

—En nuestra región, como en pocos lugares en el mundo, tenemos una oportunidad única de estudiar nuestra propia historia. Sus condiciones climáticas han permitido la conservación de muchas evidencias arqueológicas, y no sólo eso, sino que además ha mantenido la impronta de los procesos ambientales en los que estuvieron insertos. El resultante material de la forma de vida de sus antiguos habitantes o lo que llamamos evidencias arqueológicas, quedó registrado entre sus sedimentos, permitiendo a los científicos reconstruir, por decirlo de alguna manera, ciertos procesos sociales que se llevaron a cabo. De esta manera, el conocimiento del pasado, nos otorga una posibilidad para enfrentar de mejor manera el futuro. El fortalecimiento de nuestra identidad regional, confiere respaldo a los pueblos originarios que mantienen hasta el día de hoy sus costumbres, pues estos colectivos, que se encuentran en una situación de desventaja frente a otros grupos de poder, podrán ser, en cierto grado, capaces de mejorar sus condiciones de vida y mantener su legado.

—¿Qué riquezas arqueológicas posee la Región de Antofagasta y por qué es interesante explorarlas y estudiarlas?

—Tanto la región, como el norte de Chile, configuran invaluables repositorios de riqueza cultural que albergan los preciados testimonios dejados por las personas que habitaron estos terrenos, desde a lo menos 13 mil años. Estos testimonios, se expresan materialmente en los objetos y estructuras habitacionales que utilizaron en su día a día y en las huellas que dejaron en su entorno, que se extiende desde la costa hasta la cordillera, y que son estudiadas por quienes practican la arqueología. En el sector litoral, por ejemplo, se encuentran sitios tempranos distribuidos por la costa, sus planicies y quebradas. Estamos hablando de fechas aproximadas a los 11 mil años antes del presente, en Taltal, donde además existe evidencia de explotación minera de óxido de hierro en el sitio San Ramón 15, y de 10 mil años en el sector de La Chimba, en Antofagasta. Los asentamientos humanos estarían marcando una primera etapa de la ocupación costera, con tecnología de caza, pesca y navegación que se mantendría hasta nuestros días, tales como anzuelos, lanzas, redes, balsas de cuero de lobos, entre otros.

—¿Y en otras zonas de la región?

—En el segmento medio de la región, a pesar que no existen sitios fechados para períodos tempranos, es posible encontrar una serie de talleres líticos y canteras ocupadas por cazadores. Para tiempos más recientes, las evidencias materiales provenientes de las investigaciones arqueológicas sirvieron para establecer distintas fases culturales, que van desde el período Formativo (1500 a.C.-1000 d.C.) hasta el Tardío (1450-1550 d.C.), las que indican cambios entre las formas de vida que habitaban estos territorios. Estas fases se fundamentan en hallazgos tales como asentamientos, estructuras, cerámicas, herramientas líticas, tumbas, textiles, expresiones rupestres. Los que dan cuenta de procesos sociales e históricos como el erguimiento de aldeas, modos de subsistencia agropastoralista, domesticación de plantas y animales, por mencionar algunos. Destacan entre ellas las fases Tilocalar, con los primeros asentamientos con subsistencia agropastoralista (1200-500 a.C.); Toconao, con establecimiento de aldeas (400 a.C.-100 d.C.); Sequitor, en el oasis de San Pedro de Atacama, con la aparición de aldeas de plantas circulares y rectangulares en los ayllus de Tchecar, Larache, Quitor y Sequitor (100-400 d.C.); Quitor, con el auge de la cultura Atacameña y el comienzo de su relación con Tiwanaku (400-700 d.C.); Coyo, con la instalación de colonias Tiwanaku en San Pedro de Atacama (700-1000 d.C.); entre otras.

 

 

Crédito de fotografía: Miriam Gutiérrez.

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